Siempre he tenido la firme convicción de que para escribir sobre amor y amistad hay que tener una pluma muy fina; caer en las garras de la cursilería, agua que destruye lentamente una cosa, es casi tan sencillo como respirar. Pero una buena amiga me pide que 'pique el folio' para hablar de amor y en concreto del amor de madre y ese contradictorio conjunto de sentimientos que ligan una persona a otra.

Para hablar de este asunto parto de las experiencias de las madres que me rodean, mujeres que me hacen entender la maternidad como un hecho contradictorio y complejo que supone por encima de todo un sacrificio del cuerpo y de la personalidad y una carga demasiado difícil para juzgar a la ligera.

A la hora de confiar en el criterio de todas ellas, conocidas y amigas, para descubrir la verdad o la falsedad sobre la maternidad, por instinto confío antes en las madres imperfectas que en las madres perfectas que la sociedad actual revela equivocadamente como las nuevas heroínas del siglo XXI.

Ser madre es natural, no heroico. El parto puede suponer un suceso importante, pero la maternidad no es un acontecimiento sino una nueva condición en la vida de cualquier mujer que implica emprender otra etapa, 'un viaje' con destino desconocido lleno de porqués.

Un recorrido que se realiza de un lugar a otro a oscuras, donde nada y todo ha cambiado, donde todo vuelve a ser nuevo. Las relaciones con su pareja, con sus amigos, con su familia e incluso con ella misma cambian de rostro, el trato cotidiano con los que la rodean sufre una transformación profunda en la que la rutina se convertirá en su única aliada imponiéndose a la fuerza e instalándose poco a poco en su día a día.

Los pasos de su nueva vida por un camino incierto de senderos irreconocibles estan llenos de contradicciones porque en ella, en esa nueva mujer, los anhelos, las ganas de divertirse y volver a ser la que era, las angustias y los miedos se mezclan a partes iguales mientras todo lo nuevo y lo viejo de su alrededor, amigos y familiares, la confunden advirtiéndole con ideas equivocadas de que sólo hay una manera de hacerlo bien.

El parecer universal de esas voces exhortando sobre una sola maternidad no hace más llevadera la carga ni consuela a todas aquellas mujeres que saben que no son como otras madres, populares y mediocres, porque sienten de una forma contraria a la que se espera de ellas: quieren querer, pero desde la fuerza y no la debilidad; quieren volver para encontrarse y no para huir y quieren creer que esa nueva fuente de vida suponga una afirmación y no una renuncia a ellas mismas.

El encabezamiento de esta columna es también el título de una novela de Maya Rasker que leí para afrontar y comprender la maternidad desde un punto de vista diferente al que culturalmente nos enfrentamos en la sociedad actual. El libro es ante todo una apuesta arriesgada, pero magnífica desde el momento en el que muestra esta experiencia de un modo honesto y natural reflejando la realidad confusa y difícil que atraviesan algunas mujeres cuando se convierten en madres.

Después de leerlo, me reafirmo en la confianza de las madres impopulares: mujeres que aciertan de la mano de las equivocaciones, mujeres que a pesar de lo mucho que quieren a sus hijos desean divertirse, mujeres generosas con sus hijos, pero también con ellas mismas y que jamás necesitan vanagloriarse delante de los demás para que tengan en alto concepto el sentimiento absoluto, sin restricciones ni condiciones que las unirá de por vida con sus hijos.

Confía en el tiempo, que suele dar dulces salidas a muchas amargas dificultades. Cervantes