Leo que en Murcia va a celebrarse la Spring Night. Me pregunto qué será eso, si una celebración al estilo halloween, tipo noche de San Juan (´St. John´s night, of course´), o alguna fiesta musical o floral. Pero no. Al parecer, se trata de abrir las tiendas por la noche para aumentar las ventas. ¡Ah! ¡Oh! ¡Cielos! Estoy usando el español, Dios mío, en pleno año de las escasísimas y vergonzantes celebraciones por la muerte del gran hacedor de nuestra lengua, don Miguel de Cervantes, cuando lo que de verdad resulta cool es festejarlo in english, que lo mismo no es in english, sino on english, cateto oscuro. Así que los comerciantes que organizan esto en realidad lo que han montado es una noche de shopping, que es algo mucho más in que ir a ver escaparates, que se decía antes.

El centro de Murcia será esa noche un gran espacio donde the people paseará con sus smartphone y sus headphones, y podrá, gracias a sus app, saber los horarios, los precios y la gente que pasa. A la que ya no hay que mirar, puesto que algunos programas te informan sobre los copaseantes que se cruzan con uno o están walking por la misma zone. Ya nadie se mira a los ojos. Aquello que antaño distinguía a los españoles, que se miraban a los ojos con una llaneza admirada por otros pueblos, ha muerto, is dead. Los españoles ya sólo miran el móvil, la tablet, el whatsapp, reconvertidos en una raza de zombies que hablan con otros zombies, en inglés patatero, a ser posible, pero no saben quién pasa a su lado.

Esta burbuja del inglés estalló, curiosamente, a la vez que estallaba la crisis. No sé qué extraño fenómeno de hipnosis colectiva llevó a los españoles al convencimiento de que si hablaban inglés en España, se anunciaban en inglés en España, y estudiaban en inglés en España, y hasta en esta bendita tierra donde aún no ha penetrado del todo el español, todo les iría mejor. No digo que no supieran inglés si tenían que marchar a un país sajón o viajar a Oriente, que es lo lógico, sino someterse estúpidamente al inglés en su propia tierra.

Tenemos la primera lengua materna del mundo occidental, la segunda lengua de cultura más hablada del mundo, la tercera en la Red, y la despreciamos. Este es uno de los rasgos más reveladores de lo que nos pasa: carecemos de la más elemental autoestima como nación y como cultura. Por eso vamos camino de desaparecer. Y esto no es nacionalismo, porque no supone menosprecio del otro, sino amor a lo propio cuando merece ser amado. «¿Tantos millones de hombres hablaremos inglés? ¿Ya no hay bravos hidalgos ni nobles caballeros?», preguntaba Rubén Darío en su hermosísimo poema Los cisnes. No, querido Rubén, ya todos somos siervos. Los hidalgos y los caballeros han sido sustituidos por conseguidores y comisionistas del saqueo de una nación que hace mucho que dejó de serlo.