Desgraciadamente, mucho se habla del fenómeno del populismo en los últimos tiempos. Normal, pues está bastante demostrado que es en época de crisis cuando este fenómeno tiene el caldo de cultivo idóneo para florecer. El clima de descontento y desafección es usado para centrar el eje del debate en clave de «los de arriba contra los de abajo», presentándose los líderes populistas como únicos defensores de estos últimos.

Pero, ¿qué es exactamente el populismo? Como tantos otros conceptos en Ciencia Política, resulta enormemente difícil llegar a un acuerdo en la definición. Según Ortega y Gasset: «En los motines que la escasez provoca suelen las masas populares buscar pan, y el medio que emplean suele ser destruir las panaderías. Esto puede servir como símbolo del comportamiento que, en vastas y sutiles proporciones, usan las masas actuales frente a la civilización que las nutre». Pues bien, esto es exactamente lo que hacen los actuales populismos, utilizar el descontento y el hastío de la población para llevar a cabo transformaciones que, a la larga, se volverán en su contra.

Por desgracia, casos hay muchos. Pero hay dos que están especialmente de moda. Por un lado, a nivel mundial, el magnate estadounidense y candidato a ser presidente de la primera potencia mundial, Donald Trump y, por el otro, en el ámbito local, el alcalde de Cartagena, José López o, como es conocido fuera de la Región de Murcia, «el alcalde más chulo de España». A priori, esta comparación puede parecer descabellada pero, ¿lo es realmente? ¿Qué tienen en común estos dos líderes enormemente carismáticos? Voy a tratar algunos de los principales rasgos del populismo para ver hasta qué punto tienen el mismo modus operandi.

Rasgo común a todos los populismos es la busca incansable de enemigos o chivos expiatorios. Vemos que tanto Trump como López encuentran su enemigo en el exterior. Difícilmente puede decirse que Donald Trump tenga un solo enemigo en el punto de mira, aunque durante la campaña de las primarias republicanas lo más sonado, sin duda, ha sido su animadversión a los extranjeros en general (prometiendo once millones de deportaciones), y a los mejicanos en particular. Mundialmente conocido es el momento en el que el magnate anuncia su candidatura, prometiendo la construcción de un muro en la frontera con Méjico pagado, además, por los mejicanos. Poco parece importarle que México sea el segundo socio comercial de Estados Unidos y el primer destino de las exportaciones de California, Arizona y Texas, y segundo para otros veinte estados.

Para José López, el enemigo culpable de todos los males posibles es Murcia. Ejemplos hay muchos, demasiados. En su pregón de las fiestas denunciaba un supuesto encadenamiento de Cartagena y de los cartageneros en estos términos: «¿No es curioso que se llamen Puerto de la Cadena?», en referencia al nombre de las montañas que hay entre ambas ciudades, y una retahíla de frases del estilo. Y con motivo de la llegada del AVE a la Región, llegó a decir: «Los 'barrigaverdes' de las Cuatro Esquinas no tragan con venir a Cartagena». De esta manera, echa leña a un fuego que muchos considerábamos prácticamente apagado: la histórica revalidad de Murcia y Cartagena. Una rivalidad que, en los últimos tiempos, se había limitado exclusivamente al ámbito de lo deportivo y a la mera broma entre vecinos de una y otra ciudad.

Características de populismo hay muchas. Pero si por algo son conocidos, si por algo copan los telediarios y se habla de ellos, es por el lenguaje vulgar e insultante para con los adversarios políticos. Es gracias a este total abandono de lo políticamente correcto por lo que este tipo de líderes gana notoriedad y logran diferenciarse. En el caso de Donald Trump, puede decirse que no ha dejado títere con cabeza: en algún momento ha cargado contra latinos, afroamericanos, discapacitados, mujeres, católicos y, por supuesto, a sus adversarios políticos. Como ya he comentado, Trump es especialmente incisivo con Méjico, con frases como: «Nos traen drogas, nos traen crimen. Son violadores y algunos, imagino, son buenas personas». Otro colectivo al que le ha dedicado más de un insulto, y que representa algo así como el 50% de la población mundial, son las mujeres. La lista es larga. Por poner un par de ejemplos, dijo que «las mujeres son, en esencia, objetos estéticamente agradables» y que «todas las mujeres odian los acuerdos antes del matrimonio porque quieren cazar fortunas».

José López, por su parte, tiene una lista de objetivos más reducida, pero en el año y un mes que, aproximadamente, lleva como alcalde, la cantidad de insultos y menosprecios que ha hecho no es nada desdeñable. A frases como «yo dirijo y usted, de momento, se calla», «esto es culpa de su falta de comprensión lectora», «no sé si a usted le han dado los dedos para sumar», «a Inda que le den» o llamar «cortito» al portavoz de Ciudadanos en el Ayuntamiento, se le suma el último lamentable episodio en alusión a un periodista que se encontraba en el mismo acto que él: «Hay veces que le damos dos pistolas a un mono y otras veces nos equivocamos y le damos un bolígrafo». No contento con eso, cuando el aludido le pidió explicaciones su contestación fue: «¿No te ha gustado? Pues te jodes. ¡Te jodes!» «Vamos a salir a la calle y vamos a ver si allí me vas a levantar la mano a mí. En la calle lo arreglamos».

No es mi intención poner al mismo nivel a uno y a otro, sino simplemente resaltar cómo líderes populistas utilizan las mismas técnicas y tienen comportamientos muy parecidos, sea un candidato de los EE UU o un alcalde de una ciudad en España.

Causa cierto miedo que un personaje como Trump pueda llegar a ser presidente de la primera potencia del mundo, con las repercusiones directas e inmediatas que tendría para nosotros en un mundo cada vez más pequeño y globalizado. Del mismo modo, como cartagenero, me encantaría que mi ciudad fuese conocida y saliese en medios de alcance nacional, no por ese señor que insulta y menosprecia, sino por su puerto que compite con los mejores del Mediterráneo, por su envidiable patrimonio histórico, y como no, por la grandísima cantidad de gente brillante que hay.