Hace hoy siete años escribí un Achopijo, fresco y natural, como la Puntica Este, sobre las pataticas fritas murcianas. Reivindicando un aperitivo muy clásico, el que se toma mientras se prepara el aperitivo, es decir el aperitivo del aperitivo, que nos montamos con maestría sobre la misma bolsa de patatas. Limón, pimienta, aceitunas€ y sobre esa base ya, desarrollos varios, encabezados por boquerones. Aquel Achopijo fue una declaración de amor a las patatas Torre de la Horadada, las más crujientes y aceitosas, y las mejores para resistir los envites del limón, el maridaje con la Estrella, e incluso la facilidad para abrir la bolsa, que no es mala cosa. Justo un 22 de mayo siete años después si se quiere escribir sobre patatas fritas en Murcia hay que abrir con la incipiente CHIP WARS, que además nos toca de lleno en esta columna.

Ya se huelen ustedes por dónde vamos, y es bueno esto, que aprovecho para hacerme el suizo en este asunto, y aunque no lo parezca, y deba confirmarlo todas las semanas un par de veces, no tengo nada que ver ni con unas ni con otras. Les hablo de las patatas fritas ACHO y de las patatas fritas PIJO, que compiten en una preciosa partida murciana de marketing haciendo gala de un taoísmo huertano que mola. Pues que lo sepan, no he probado aún ni unas ni otras. Y sería complejo decantarse por unas, que el rollo semántico para este escribidor de cuatrocientas palabras semanales en este picoesquina es un hándicap, pero sobre todo porque quedó escrito mi amor incondicional por Torre de la Horadada, como recordó esta misma semana la grandísima Marian Mateo en su muro de Facebook.

Les puedo decir que asisto maravillado a los alardes de unos y otros a diario en redes sociales. ACHO y PIJO se esfuerzan con esmero en murcianizar. Quién nos iba a decir, entonen con el tónico irónico patrio, que era cierto, que siempre ha habido sentimiento ahí para explotar, y que todo empezó como una gracieta, ya saben, que en Murcia todo empieza con codico y mueca, pero ahora mismo la cosa transita por un marketing más común, asentado en el sentimiento y la nostalgia, como debe ser. Las ACHO son el ying moderno y juvenil, las PIJO buscan tocar la fibra tradicional, el yang además surge de Alguazas, dale más conexión al tema, y nos lo conjuga, nada menos, que con alcachofas, y como es lógico, si no me falla el instinto, primero fueron las ACHO y luego las PIJO, lo que otorga otro punto estrambótico al asunto. Aquí tengo excusa para ser salomónico, y cómo sigo virgen, cuando las pruebe las probaré juntas, yo soy de ACHOPIJO, que estos diez años escribiendo esta columna me valen para ello, pero tú€ ¿sabes ya si eres de patatas ACHO o de PIJO patatas? Vale.