Fue guerrillero, intelectual, comandante, médico, ministro y, siempre, revolucionario. Icono del siglo XX, el Che nació, según el acta oficial, en Rosario, Argentina, el 14 de junio de 1928, aunque el biógrafo Jon Lee Anderson ha señalado que la fecha indicada en el acta es falsa y que Ernesto Guevara habría nacido el 14 de mayo de 1928, exactamente un mes antes. A pesar de los tratamientos médicos, el asma determinó en gran medida las características de su infancia y juventud, así como el resto de su vida, ya que los ataques eran constantes. Pero esa enfermedad le hizo un extraordinario lector, un gran aficionado al ajedrez y generó en él un fuerte espíritu de disciplina y autocontrol. Siendo un joven estudiante de medicina y después de recién graduado, viajó por América Latina en dos recorridos que influyeron en su desarrollo y formación revolucionaria.

En 1954, en Guatemala, presenció el derrocamiento del Gobierno popular de Jacobo Arbenz por una invasión militar gestada y financiada por el Gobierno de los Estados Unidos. En aquel país se vinculó a los revolucionarios cubanos exiliados después del ataque el cuartel Moncada. Viajó a México y allí volvió a contactar con los moncadistas y conoció a Fidel Castro, convirtiéndose en uno de los expedicionarios que embarcarían hacia Cuba a luchar por su libertad. Los cubanos lo apodaron cariñosamente Che. En los dos años de la guerra de liberación en Cuba se convirtió en líder de la revolución, ocupando responsabilidades durante la guerra y después del triunfo revolucionario. En 1964 el Che decidió encabezar el envío de tropas cubanas a otros países con el fin de apoyar los movimientos revolucionarios en marcha. África y, en especial, la República Democrática del Congo, donde Lumumba había sido asesinado en 1961 con participación de la CIA.

Convencido de la necesidad de extender la lucha armada en todo el Tercer Mundo, el Che Guevara, en 1966, encabezó la lucha guerrillera en Bolivia donde fue herido, capturado y asesinado el 9 de octubre de 1967, por tropas entrenadas y armadas por los Estados Unidos. Fue con su actitud siempre revolucionaria como se le recuerda en la inmortal canción Comandante Che Guevara. Y también Julio Cortázar le escribió unos versos muy significativos (1967), Yo tuve un hermano, en los que resume la importancia del Che en su vida y los pueblos: «No nos vimos nunca pero no importaba. / Yo tuve un hermano / que iba por los montes / mientras yo dormía. / Lo quise a mi modo, / le tomé su voz / libre como el agua,/ caminé de a ratos / cerca de su sombra. / No nos vimos nunca / pero no importaba, / mi hermano despierto / mientras yo dormía, / mi hermano mostrándome / detrás de la noche / su estrella elegida».

Son poco conocidos los gustos literarios del Che, los que le llevan a conocer la literatura en profundidad y apoyar la importancia de las revistas literarias y las no literarias, como el caso de Verde Olivo, porque daban una extraordinaria formación popular de la poesía. Conocía muy bien el Che la poética de Vallejo o de Neruda, y fue amigo íntimo de León Felipe desde una relación de admiración. El intercambio epistolar habla de ello desde que se conocieron en un café de la capital mexicana donde se juntaban los republicanos españoles exiliados. Desde los rincones de América Latina que ambos habían visitado, a la poesía de Antonio Machado, las obras de Unamuno o las andanzas de Don Quijote, que gustaban tanto al Che, éste abría caminos de la lógica y el método. Ya en 1959, León Felipe le envía al Comandante de la Sierra Maestra El Ciervo. «Al doctor Che Guevara, gran soldado defensor de la libertad de Cuba con un saludo de hermano», le dice; así como otra dedicatoria del poeta en ¡Oh, este viejo y roto violín!, enviado al Che en enero de 1966. Después, en una misiva, es el Che quien le confiesa que lo guarda entre sus dos o tres libros de cabecera. Es una carta breve, pero llena de emoción que el entonces ministro de Industrias de Cuba desea que reciba como homenaje. Hacía apenas unos días había animado a unos obreros a que leyeran aquel libro, cuyos poemas recitaba el Che de memoria.

Después, el poeta le escribe en 1965: «Mi querido amigo Che Guevara. Le escribo a usted ya muy viejo y muy torpón pero le debo a usted un abrazo que no quiero irme sin dárselo. Ahí se lo lleva a usted una amiga mía, Berta, esposa de un viejo amigo que le quiere a usted mucho. Le envío como recuerdo el autógrafo del último poema que escribí hace unos días. Salud y alegría. Le quiere un viejo amigo, León Felipe».

Finalmente, le dedica, en 1966, Para el Che Guevara, y a continuación el título de un poema, Palomas, y la letra completa: «Las palomas de la Plaza de San Marcos / que el municipio de Venecia cebaba para los turistas / se han muerto todas de repente€ / La paloma de Picasso que yo guardaba como una reliquia / en un viejo cartapacio, / ha desaparecido€ / En el Concilio Ecuménico nadie sabe por dónde anda / la paloma de la Anunciación€ / Y el Vaticano está consternado / porque se halla enferma la paloma del Espíritu Santo. / Se dice que en el mundo hay ahora / una mortífera epidemia de palomas€ / Y el Consejo de la Paz no encuentra / por ninguna parte una paloma».