La Región lleva décadas debatiendo cómo evitar que el Mar Menor siga degradándose para atraer a un turismo de mayor calidad, pero los hosteleros y las empresas de eventos han descubierto un filón que está convirtiendo la costa murciana en un escenario privilegiado para casarse. Dar el ´sí quiero´ en una playa con vistas a las puestas de sol que regala el Mar Menor debe ser inolvidable. Y los inventores de la idea -o alguna joven con imaginación- le han dado un atractivo añadido a la escenografía que pude ver hace unos días: mientras que el novio y los invitados esperan instalados sobre una tarima colocada en una playa de La Manga, que mantenía a salvo de la arena sus zapatos de fiesta, vieron acercarse una lancha que resultó ser la carroza de la novia. El lebeche inflaba el vestido de la chica que, de pie en la proa, trataba de sujetar el aleteo de tules, dejando atónitos a todos. Lo que no resuelven los políticos que rechazan la tregua al ladrillo, incluso cuando aún duerme, lo está arreglando la industria del amor.