Entre la corruptela política, los evasores fiscales y las herencias que aparecen cuando más se las necesita, no hay quien vea un telediario sin tener la sensación de vivir una pesadilla con marmota incluida, donde cada nuevo día no es más que una burda y chapucera imitación del anterior.

Por esta razón debe ser que en unas pocas horas he perdido el móvil, se le han terminado las pilas al mando de la tele y el ordenador desde el que les suelo hacer mis pequeñas e insignificantes reflexiones no termina de arrancar. Pantalla en negro sin esperanzas de ver otros colores sin antes pagar una fortuna que desbloqueará el maldito aparato en cinco minutos, ya lo veo venir. Yo creo que entre todos mis gadgets me están protegiendo de caer en la profunda desesperación que nos come por los pies cuando nos damos cuenta de que va a ser verdad que cualquier tiempo pasado fue mejor.

La única tecnología que en estos momentos sigue funcionando es la tablet que mi peque de cinco meses no está dispuesto a dejar de babear. Así que no me queda más remedio que ir a preguntarle a mi vecina si no le importaría prestarme lo que sea que tenga por casa con pantalla y teclado para salir de este apuro. Delante de su puerta, con los vómitos lechunos de rigor en camisa y pantalón (no les cuento como huele porque ya me inmunicé) recibo una mirada de profunda compasión porque la chica que vive al lado izquierdo de mi casa no entiende ni papa de lo que le estoy tratando de explicar, pero sí que fue agraciada con dos bellos ojos para escrutar mi cabellera revuelta, olfato fino para darse cuenta de que hoy tendré que tirar del chino si quiero comer algo y un oído con el que percibir que los niños nacen sin compasión.

Al final consigo que me preste su teléfono? para escribir mis treinta líneas, que es como si a usted le piden que corra los siete kilómetros que acostumbra con zapatos de plomo sobre una pista de fango. Pero no sea pesimista, porque la cosa puede complicarse aún más: le doy las gracias, me siento en mi sofá y me encuentro con que el maldito aparato del diablo me habla en árabe. No sé si llorar, darme de baja o contarles esta sarta de coincidencias que ya podían haberse puesto de acuerdo para complicarme los días de uno en uno. Mejor les concluyo que ha sido mi vecina la que ha escrito bajo mis indicaciones? remate total.