Temo profundamente a esa panda de escritores ­jóvenes que admiten en uno de cada cuatro tuits que «no hace falta leer para escribir bien». Pánico me produce enterarme en el timeline de otros -más arrogantes todavía- que «es mejor no saber nada de lo que se ha hecho en la literatura anteriormente para así no parecerse a lo que se ha hecho antes». ¿De qué narices están hablando estos tipos?, me pregunto. ¿Sirve de algo dar la espalda a los que ya han caminado por el mundo de la literatura y han llegado a rozar la excelencia? No sólo no es una actitud arriesgada y carente de sentido, sino que demuestra un profundo desconocimiento de lo que implica escribir. No conozco a un solo buen escritor que no ame a los autores ´de siempre´, que no vuelva una y otra vez a ellos y que no los respete por encima de todo. Incluso de su propia obra. Estos jóvenes ilusos al contrario. El precio que se paga por ganar esa supuesta originalidad es demasiado grande. En muchas ocasiones, estos nuevos ´genios de la palabra´ terminan repitiendo una y otra vez los mismos recursos ya gastados hace décadas. Y, encima, sin la misma gracia. ¿Referencias? Sí, por favor.