Muy pronto fui consciente de que había varias cosas en la vida con las que no me iba a ganar el pan. Desde que tuve fuerzas en las piernas para patear un balón, se vio que no iba a ser futbolista. Tampoco pintor, pues no se me daba bien ni dibujar un corazón con el que ilustrar la más tierna carta de amor a una chica. Pero si algo supe desde el principio es que tenía que hacer todo lo posible para no ser agricultor, el destino con el que me amenazaban durante la adolescencia para lograr que me esmerara con los estudios. Y es que a mi escasa fuerza física y mi carencia de destreza, se le unía una terrible alergia al polen que me dejaba hecho un Cristo con solo pisar un bancal. Pero quizás esta incapacidad me hace valorar más el trabajo y el sacrificio de las miles de personas que se dedican a la que aún es la principal actividad económica y el orgullo de esta Región. Los madrugones, el trabajo al sol, la marca en el hombro de transportar cajas con frutas y hortalizas que se comerán otros, las miradas al cielo para que el clima no les deje sin jornal... Unos auténticos héroes que derrochan sabiduría popular. Un brindis por ellos en este día tan especial.