Una cosa es presentarnos en la realidad y saber que hay condicionantes en nuestra vida que nos frenan, y otra es alimentar y fomentar esos frenos. Me estoy refiriendo al miedo, emoción muy necesaria en ciertos casos y emoción peligrosa en otros.

Normal es que nos paralicemos ante amenazas racionales, gracias al miedo nos protegemos de ellas; sin embargo, nos vamos a detener en los miedos irracionales, esos que perviven en nuestra mente y que por ende casi siempre los agrandamos más de la cuenta dándoles una importancia desmedida que no se merecen

Nos limitan e impiden que caminemos con soltura, nos hacen tropezar, caer en inseguridades. Es debido a nuestra interpretación de lo que nos rodea y por supuesto nos anticipamos a algo que no ha ocurrido, poniéndonos en la peor situación. Hablamos de los ´Y si´ ¿Y si fallo? ¿Y si no lo hago bien? ¿Y si hago el ridículo? ¿Y si me dice que no?

De poco sirve evitarlos; en este caso ellos te privan de vivir más plenamente; digamos que el miedo es el que vence ya que hace que te pares. Estos temores no son los que nos limitan; es nuestra mente la responsable de que nos frenemos.

¿Cómo vencerlos? Mirándolos a la cara, desde la aceptación y sobre todo, desde las ganas e interés por superarlos. Al miedo no se le gana desde la inactividad, sino desde la acción. Si, por ejemplo, tengo miedo al agua porque no sé nadar nunca sabré que lo habré superado si no me tiro al agua; sin embargo, mejor hacerlo poco a poco y no de golpe.

Ridiculizarlos, no alimentarlos, desdramatizarlos, pensar que no son peligrosos, la meditación, la relajación, etc. son técnicas que nos ayudarán a ponernos por encima de ellos; así les restaremos importancia llegando con el tiempo, a fulminarlos por completo.

Como decía el gran Nelson Mandela: «No es valiente el que no tiene miedo, sino el que sabe conquistarlo y vencerlo».