Las Lumbreras es una hermosa parte de la municipalidad murciana, que se alarga al oriente de Monteagudo, pegada a la ladera, y limitada por la antigua carretera de Alicante. Más allá está el Esparragal, y casi enfrente, La Cueva, ambas entidades poblacionales se ubican al otro lado de la vía de comunicación, que continúa a Santomera y Alicante.

Como cualquier lugar del mundo, Las Lumbreras tiene derecho a una renovación inmobiliaria, que responda a un más que legal y legitimísimo crecimiento urbano. Un crecimiento de orden puramente vegetativo, que nunca especulativo. Los vecinos de Las Lumbreras están viendo cómo se les niega ese derecho por mor de un PGOU que no se desarrolló allí hasta el final, acaso negligentemente. Dándose el caso de que en las primeras letras del citado planeamiento urbanístico, fue calificada literalmente dicha actuación como de 'prioridad máxima'. Hoy, los herederos de los actuales propietarios no pueden ni rehacer la arquitectura doméstica interior de la casa de sus padres, debido a la prohibición que prescribe la ordenación vigente.

Soy un enamorado de la Arqueología, pero lo soy más de la propiedad privada sobre las viviendas. La Arqueología no puede ser esgrimida como arma intelectual para evitar a las gentes el uso y puesta al día de sus propiedades. Uso y puesta al día no quiere decir, en ningún caso, especular con los terrenos y arrasar el supuesto patrimonio subterráneo del enclave. Máxime cuando en la lindante Monteagudo, ya se llegó ha tiempo a la dilucidación absoluta de todos los pormenores pertinentes a obras inmobiliarias y han retomado los menesteres de poner al día las viviendas.

Los lumbrerenses no pueden heredar unas viviendas pensadas para vivir en unos estándares de confort de hace cien años o más. Tienen que tener derecho a renovar, siempre dentro de unos límites, las viviendas heredadas o hacerlas más habitables para sus mayores que aún residen allí. Hoy sólo tienen derecho a pintar las fachadas y a reponer tejas, siempre previa petición a los servicios municipales. A los lumbrerenses hay que reconocerles los mismos derechos que a sus vecinos colindantes. Más de quince años llevan esperando a que se cumpla aquello que se declaró como 'prioridad máxima'. En medio del municipio de Murcia, en su Huerta, tenemos un lugar al que le va sucediendo lo mismo que a los núcleos aislados de la Meseta, a cientos de kilómetros de las capitales o pueblos importantes. Insólito, intolerable e inaudito.

Me uno gustoso a su reivindicación, que estimo justa, muy justa. Quince años son muchos para mantener la calma. No se puede jugar con la paciencia de los ropietarios, hartos ya de ir por la vía legal y pacífica. No dejar que las cosas exploten es uno de los deberes de los gobernantes, en este caso municipales. Que intervenga el 'quiencorresponda' pertinente, desbloqueando el asunto, porque se está dañando uno de los pilares de nuestra convivencia: el derecho a la propiedad, compatible con la mayor de las exigencias urbanísticas.