Exposición oral sobre un asunto determinado, pronunciada ante un público a fin de convencerlo o conmoverlo, en especial en un acto solemne o político». La preparación del discurso de investidura por parte de Pedro Sánchez y su equipo no creo que haya sido tarea fácil cuando las cuentas (habidas y por haber) no acaban de cuadrar, y el público a convencer es tan amplio como diverso. Han malgastado demasiadas palabras en rechazar e incluso despreciar al partido que más votos cosechó en las elecciones generales, siendo su líder objeto de una inquina fuera de contexto de lo que siempre hemos entendido por buenas maneras. Y así, no. «Las eventuales contingencias que predisponen al auditorio y ora allanan los designios del discurso, ora lo dificultan, deben trazarle al orador su plan; el comienzo, el despliegue y el término de su arenga (?) No bastan voces rotundas y ademanes vistosos para disimular la vaciedad é incoherencia de las ideas» (Antonio Maura y Montaner). Ante una audiencia entendida o no, aburrida y tensa, hastiada de corrupción y falsas apariencias, un discurso que no sea coherente y rotundo puede caer fácilmente en el saco un tanto agrietado de nuestra democracia. ¿Qué será, será? Seguimos sin ser adivinos y, lo que es peor, no sabemos a qué árbol podremos arrimarnos, por aquello de la buena sombra que cobije el bien común. Nunca entenderé a los Gobiernos que, por sistema, tiran patas arriba los logros alcanzados por sus antecesores por el mero hecho de pertenecer a otro partido. Creo que el progreso es tarea de todos y cada uno de nosotros al margen de ideologías políticas, y tenemos que aprender a respetar para consolidar lo conseguido y así crecer sin anclarnos en el país de nunca jamás.

No sé si habrá ganancia de pescadores en este río revuelto de políticos ausentes, silenciosos, oportunistas, prepotentes, populistas, corruptos? y quiero pensar también en inteligentes, eficaces y coherentes. La posible expectación ante el discurso de investidura exige claridad del mensaje y solidez argumental. A veces, los avatares del destino nos pueden llevar a situaciones impredecibles.

Cuando escribo este artículo el panorama político es de total incertidumbre. Me viene a la memoria, la excepcional película El discurso del rey en la que junto a la evocación histórica, la magistral interpretación de los personajes, pone de relieve el esfuerzo y la responsabilidad personal en la toma de decisiones y la nitidez de la auténtica grandeza en la lucha cuasi titánica por servir al bien común. Amor, familia, amistad, profesionalidad y toda una serie de circunstancias, favorables y desfavorables, que subrayan la necesidad de trabajar en equipo y la soledad, aún en buena compañía, de quien ha de reinar.

Creo que por parte de nuestros políticos, no estaría de más un examen de coherencia que a buen seguro ya ha hecho el ciudadano de a pie? pero este es otro discurso.