Una de las clientas de mi mercería es sordomuda. Cuando viene a comprar me explica lo que quiere por medio de gestos „con las manos, el rostro y el cuerpo„ y sonidos guturales. Es buenísima en sus expresiones. A primera vista, da la impresión de que jugamos a adivinar títulos de películas sin decir una palabra. En alguna ocasión, me bloqueo y me cuesta averiguar el artículo que precisa, pero en otras „como ocurrió aquel día„ acierto a la primera. Se colocó frente a mí, flexionó los brazos hacia el pecho y comenzó a aletear como si fuese una gallina€ «¡Ya está „dije„: un huevo de zurcir calcetines!» Y es que con la crisis, por un lado, la gente está recuperando artículos que ya estaban en desuso; y por el otro, los tenderos agudizamos al máximo los sentidos para no perder ni una sola venta.