Los historiadores sostienen que5.500 años atrás, en la fase final del neolítico, Lorca empieza a tener sus primeros pobladores, y dicen los geólogos que quienes tomaron la decisión de ubicar Lorca en Lorca? no podían haber elegido sitio peor. Nuestros 'fundadores' nos colocaron encima de una falla activa, en el límite de las placas tectónicas euroasiática y africana. Muy pronto se cumplirá el quinto aniversario de un cataclismo que trae causa remota de aquella decisión, los fatídicos terremotos de mayo de 2011.

Existen en nuestro país en torno a 150 ciudades de más de 50.000 habitantes. Un estudio reciente, ampliamente difundido por los medios de comunicación, situaba a Lorca como la tercera de estas poblaciones más pobre de España. 38 de cada cien lorquinos están en riesgo de pobreza. Si España es un país social y económicamente periférico dentro de Europa, y Murcia lo es dentro de España, Lorca lo está siendo, y cada vez más, en nuestra Región. Somos periferia de la periferia de la periferia. Y un sitio así, fallas con azogue al margen, no debe ser bueno.

Si adoptáramos esa práctica, propia de la medicina analítica, que va poniendo asteriscos a aquellos aspectos que analiza cuando los mismos exceden o no llegan a lo que deben ser parámetros normales, en cualquier diagnóstico que se haga de la realidad de este municipio, Lorca no sería otra cosa que un rosario de asteriscos, un completo desastre en muchos de los más importantes parámetros que miden la calidad de vida de sus gentes. Y la pobreza que se plasma negra sobre blanco en ese informe es sólo el corolario, el remate de los errores históricos más que prehistóricos que en las últimas décadas se han materializado en este municipio en los ámbitos económico, político, social, cultural, educativo, ambiental, urbanístico, etc.

No hay nada como hacer un buen diagnóstico de la realidad para poder poner las bases de una superación feliz de la misma, implementando, en la medida de las posibilidades, que no son muchas, aquellas políticas públicas necesarias. El problema es que no nos ponemos de acuerdo ni en el diagnóstico, y así no hay manera tampoco de decidir qué medicinas son las apropiadas.

Hay quienes caen en la tentación de responsabilizar a las sacudidas de 2011 de la parálisis en la que estamos inmersos, de la tristeza que se respira en esta ciudad, de los niveles de paro obrero que se sufren, de la pobreza y la desigualdad lacerante que se hace evidente en sus calles y barrios, de la situación de un conjunto histórico que se cae a pedazos, de las deficiencias más que visibles en la prestación de dos de los más esenciales servicios públicos: la sanidad y la educación. Pero, aún siendo escasos, los recursos siempre lo son, nunca como en estos últimos años los presupuestos públicos consignaron tantas partidas para nuestro municipio. Ese dinero, unido a las importantes cantidades globales que decenas de miles de lorquinos ingresaron del consorcio de compensación de seguros, podría haber convertido una desgracia, que desde luego lo fue en tantos y tantos aspectos, en eso que los más modernos llaman 'ventana de oportunidad'.

No ha sido así. Estos últimos cinco años en Lorca, excepcionales en nuestra historia por lo que nos tocaba superar, no han sido más que la continuación de esa misma cadena de errores que, tal vez salvando los primeros años de la Transición en Lorca, han condicionado y han perfilado el presente que hoy tenemos en nuestro municipio.

Esta ciudad nunca supo, tal vez porque nunca quiso, convertir el eje Murcia-Cartagena en un triángulo que la incluyera. Tampoco, por el lado sur, jugó jamás la baza que le daba su geografía, y nunca llegó a ser la capital de una comarca natural que se podría haber adentrado en las vecinas poblaciones almerienses. Es más, cuando tocó luchar por la permanencia de una infraestructura vital para esa pretensión como el ferrocarril que nos unía con Andalucía, no se movió un esparto, más allá de los de siempre, de los que, en la conciencia colectiva, tenemos asignada esa función. Las mayorías absolutas que siempre se han dado en el ayuntamiento de Lorca, paralelas en lo ideológico con las que arrojaban elección tras elección las urnas sepias de la autonomía murciana, jugaron como un factor retardatario. Nunca llevamos a las instituciones regionales ni nacionales grandes aspiraciones como pueblo.

Fuimos pioneros en el error, en exprimir el agua del subsuelo para hacer extensos 'lechugares' que cambiaron la fisonomía de los espacios y la demografía de Lorca, mientras dábamos la espalda al sol y a sus potencialidades económicas, con el posterior doble abandono que supuso cerrar el grifo de las ayudas públicas a los productores lorquinos de las fotovoltaicas. También fuimos pioneros en cerrar la industria y querer instalarnos en un modelo de desarrollo que transitó con velocidad desde la economía productiva a la especulativa. Ordenamos nuestro territorio de la manera menos inteligente, con un desprecio desmedido a la riqueza natural que atesorábamos como pueblo. Confiamos nuestro desarrollo a factores de los que no disponíamos mientras despreciábamos los propios. Desarrollamos la ciudad abriendo nuevas avenidas y pintando sobre plano nuevos urbanizables mientras abandonábamos el corazón histórico de Lorca, o directamente atentábamos contra uno de sus emblemas más notables ubicando un hotel en lo alto del Castillo. El urbanismo, durante años, dejó de ser una función pública para ser una herramienta de enriquecimiento privado, la vivienda fue más un negocio que un derecho, firmamos decenas de convenios urbanísticos que hoy lastan nuestra economía como pueblo?

Y en esas estábamos cuando llegaron los temblores. Y vinieron los ferroviales y los florentinos a llevarse crudas las obras y el dinero de las obras, mientras aquí echaban la persiana decenas de empresas. Y con una ciudad entera en construcción, el paro no bajó. Dinero mal invertido, sin transparencia, sin planificación, sin ordenación, sin prioridades, sin participación de la ciudad y de la ciudadanía.

Y luego, cuando nos hacen un análisis y a esta ciudad le salen los asteriscos de la hipertensión social, el azúcar de la pobreza, la falta de glóbulos rojos en su economía, y el colesterol urbanístico? nosotros le echamos la culpa al muerto?a los pobladores del neolítico.