El desenlace de la historia que hay entre manos no está haciendo más que ratificar lo que ha sido la constante en el tramo peliagudo por el que transitamos: que el encargado de impulsar medidas adecuadas para que la distancia entre las fatiguitas de la plebe no se haga más insoportable aún continúa a verlas venir. Por su parte, los del flanco secesionista avanzan en su empeño mientras nuestro hombre en su vacuedad se mantiene de brazos cruzados. Para cuadrar la actitud inverosímil de Mariano, sólo queda ya que Pedro Casablanc se hubiera agenciado anoche el Goya por su interpretación de Bárcenas en B. Al vástago de éste, que asistió al estreno con el actor, le entusiasmó la recreación de una película basada en hechos reales. Dice que clavó a su padre, así que cuidado, aunque, como el presinerte se abstiene de acudir también a estas ceremonias, no ha corrido peligro de que lo designaran para entregar el reconocimiento a un episodio que, desde luego, tiene premio. Seguramente Darín evitaría anoche sin querer que el tesorero sea distinguido. España es un gran plató del que Rajoy no quiere apartarse del todo por si las moscas, no vaya a ser que alguien más se salga del guión previsto y lo preocupante es que el propio Casablanc ha confesado que le fascinaría intepretar a Rita la cantaora. Asume que el peinado supondría todo un reto pero que, aún así, el desafío Vuitton y el material oculto en esos bolsos no deja indiferente a nadie. La verdad es que, a día de hoy, lo que resta por descubir resulta impredecible. ¿Quién nos iba a decir que Sánchez iba a tomar aire e incluso fuerza si se descuidan? Y, de hecho, ahí está. Plantándole cara a las compañías, a la aritmética, al destino. La situación demanda pasos arriesgados. Como dirían los que nos han traído hasta el desfiladero, necesitamos reinventarnos para sobrevivir. Y en eso concretamente, Pedro lleva un carrerón.