Como muchos de vosotros ya sabéis el 2 de febrero estábamos citado 14 miembros de la Plataforma de Afectados por las Hipotecas, PAH, para un juicio de faltas, acusados de coacciones por parte de un director en nombre del BBVA y, para alegría nuestra, veinte minutos antes de comenzar la vista el abogado del banco retiró la denuncia. Fue una explosión de alegría, que se tradujo en lágrimas y abrazos, porque después de dos semanas duras, durísimas, había terminado esta situación injusta, porque gente buena, sencilla, solidaria y familias en proceso de desahucio se iban a sentar en un banquillo. Antes de ese día, comentaba a la gente que «mañana es un día de lucha, esperanza y dignidad», y viendo lo ocurrido, la lucha por la dignidad se convirtió en esperanza, una esperanza que se hizo realidad. Han sido días donde nos han presionado, incluso lanzaron el bulo de que habíamos ocupado unas oficinas bancarias, nos han llevado hasta el límite, pero hemos permanecido en pie y nos alegramos de que renunciaran.

Señor González, presidente del BBVA, usted ha dicho hace unos días que quiere un Gobierno lo antes posible, pero un Gobierno «estable, que no piense en las utopías, porque genera mucha frustración», pidiendo que el Gobierno que salga mantenga la misma política económica, que ya sabemos que es la de empobrecer a la gente, mientras ustedes se enriquecen ilimitadamente a costa del sufrimiento de los demás; mantener las bajadas salariales para aumentar sus beneficios ¿qué van a hacer con tanto dinero?, consolidar los recortes en derechos sociales, laborales, educativos, sanitarios y de libertades, además pide que se sigan recortando más derechos para que el hambre, la depresión y el miedo a las leyes represoras impidan que la gente pueda gritar su lamento y pedir justicia.

Sí, la dignidad fue la que prevaleció ese 2 de febrero en el Palacio de Justicia, esa dignidad de no aceptar sus condiciones, que no eran otra que la de retirar las denuncias; es decir, nos pedían que la PAH, de alguna manera, se rindiera. No nos hemos arrodillado, seguimosde pie, con heridas físicas y emocionales, pero aliviadas por el cariño, la cercanía, la ternura de la gente, de esa gente que de alguna manera también se sentía imputada. Sigo sintiendo un desgarro en mi interior al ver a la gente que nos quiere, que te quiere por sufrir por todo esto; la gente tiene corazón, los bancos son monstruos sin corazón, sólo saben sumar dinero y sumar cada vez más sufrimiento de la gente.

Sí, dignidad, porque nosotros hemos ido abiertamente, con nuestros miedos, nuestras preocupaciones y nuestras incertidumbre de cuál sería el mejor camino; en cambio, ustedes cuando han retirado la denuncia lo han hecho engañando y eso es indigno. En el papel que recibimos donde se renunciaba al juicio decía textualmente: «Es mi voluntad renunciar a la acción penal, debido al compromiso adquirido con los miembros de la PAH de que por su parte no se procederá a nuevas actuaciones tales como la que provocaron la denuncia interpuesta». Nosotros siempre negociamos, pero cuando no se dan respuestas a las familias en un tiempo razonable o no se le dan soluciones dignas que les permitan rehacer sus vidas y darles un futuro decente, nos vemos en la obligación ética de hacer acciones y movilizaciones en defensa de la vida y de la dignidad, sí, de la dignidad una vez más. El problema, entre otros, de no tener corazón, es que creen que rectificar es mostrar debilidad, y no rectificar para ayudar a las personas, a las familias es muestra de fortaleza. Las élites económicas y financieras sólo entendéis de orgullo, vanidad, ambición, poder, de amedrentar, de gobernar en la sombra, no sabéis lo que es la ternura ni la solidaridad. Diréis que ayudáis a la Iglesia: ¿pretendéis comprar a Dios? Ayudáis en campañas determinadas, pero lo hacéis por pura imagen. La dignidad está en toda esa gente que se da como don y expresa la solidaridad con su propia vida, en lo cotidiano, se le reconozca o no.

Sí, es la dignidad porque creemos en la utopía, porque creemos en los valores de la libertad, de la paz, de la ternura, del encuentro, de la justicia, de la hospitalidad, de la esperanza. Quienes dicen que no creen en la utopía están diciendo que este mundo está hecho para la codicia, la avaricia, la ambición, el poder y la destrucción, ¿esto no es indigno?

Sí, es la dignidad porque no nos dejamos avasallar, ni nos acallan, porque seguimos sonriendo, a pesar de todo, porque seguimos amando y nos dejamos amar, porque seguimos contribuyendo a un mundo donde la confianza entre los seres humanos sea una realidad, porque la alegría y la sociedad donde cada uno tengamo nuestros sitio y nuestro tiempo para vivir y convivir, saboreando la existencia y afrontando lo negativo que nos pueda venir.

Sí, es la dignidad porque nuestra mirada quiere ser sensible y llena de conciencia personal y social. Hace tiempo escuché que a los policías se les enseñaba a no mirar, a no pensar, a no sentir, pero nosotros hemos aprendido a mirar a los rostros, esos rostros que muchas veces están entristecidos, con miradas perdidas y movimientos torpes porque están lleno de ansiolíticos. Hemos aprendido a pensar, a preguntarnos el porqué de lo que está ocurriendo, hemos aprendido a sentir amistad y cariño por la gente, sin reprocharle nada, bastante sufren, ni juzgarla.

Sí, es la dignidad porque nos indigna cuando vemos la situación de los refugiados en Europa, cuando nos enteramos que han desaparecido diez niños en esos campos de concentración, no de refugiados, porque nos indigna de ver cómo todas las guerras son por las materias primas o el control geoestratégico, porque nos indigna el cinismo de nuestro políticos cómplices. Hace poco, mientras la ministra Fátima Ibáñez se alegraba en la radio de la bajada del paro, una amiga me decía: «Yo soy una de esas que ha dejado el paro. Tengo un trabajo de dos horas, echo ocho horas y no digo lo que me pagan porque me pondría a llorar. Serán?».

Sí, es la dignidad porque no queremos que reine el imperio del dinero, sino que la persona sea lo primero, porque esta es una sociedad que se basa en producir y consumir y quien se sale de esto queda apartado y siente que no es nadie. Cada persona es un valor único e incalculable.

Sí, es la dignidad porque cada día es una buena ocasión para la lucha y la esperanza.