Si ustedes oyeran el término ingüerto seguro que nos les dirían nada sus sones, ni les sonaría su contenido. Y es que habría que empezar reconociendo que este raro vocablo pertenece a una familia verbal que no goza de mucho gusto articulatorio entre los habladores murcianos, llevados por su afán de no caer en la fineza de repetir dos veces el mismo sonido en una palabra. Todo empieza por volver, que muy pronto convertimos en golver, así como revolver pasó a ser regolver, e incluso revólver adquirió la graciosa forma de regolve(r). Y nada mejor ocurrió con envolver y sus allegados: decíamos engolver y su participio fue enguerto e incluso engolvido „recuérdese que las crónicas pasionales lorquinas, llorando la muerte de Jesucristo, cuentan que «su madre que lo vido engolvido en una sábena, se contrujo de dolor». Y también inventamos otra variante de envuelto, al que dejamos en ingüerto, para convertirlo, entre otras cosas, en un alimenticio sustantivo con que se nombraba la mezcla de paja y alfalfa con que se regalaba a las caballerías para que tomaran fuerza para la labor. Que ahí es donde queríamos llegar.