Quien no brinda al sol es porque no quiere. En estos tiempos, más bien oscuros, lo único que no falta son estos gestos, y casi se diría que muchos de nuestros gobernantes se pasan la vida con la copa en la mano y las rayban en los ojos, salvándonos de todo con sus notas de prensa. Últimamente, lo que toca (y han tenido que morir niños para que estos asuntos lleguen al orden del día, cómo no) es la indignación y la promesa de medidas contra el acoso escolar. Reemplaza este asunto a la preocupación ante el auge de la extrema derecha en Francia, en Grecia o en Alemania. Anteriormente, el asesinato de un hincha del Depor había reabierto el tema de la radicalización de los ultras. Qué duda cabe de que los brindis son con Fanta, y por no dejar, no dejan ni resaca.

Después del minutito de obligada circunspección y de emitir, tal vez, algún comunicado comprometido como adónde vamos a llegar, qué barbaridad o parece mentira, en pleno siglo XXI, las autoridades murcianas vuelven a su plácida butaca con vistas al cielo, desde donde el goteo constante de noticias sobre grupos de extrema derecha, cada vez más organizados y activos en nuestra región, no llega, y si llega son cosas de chiquillos, y si alguien acaba en el hospital pues que denuncie, pero de política que no me hable, que yo de eso no entiendo ni quiero saber ná.

En una capital que no quiere saber ná, los ´chiquillos´ ya son capaces de bloquear la puerta de un local y bombardearlo con cócteles molotov por las ventanas, de coordinar ataques con armas blancas en bares de ambiente izquierdista, de extender sus prácticas de intimidación a los barrios y a los centros educativos, de organizarse en las redes, de infiltrarse entre la hinchada del Real Murcia, de captar a sus cachorros, de formarlos en estrategias de acoso y de salir ´de caza´ nocturna contra personas de otras ideologías, etnias o identidades sexuales.

La Coordinadora Anti Represión, que decidió hace unos meses denunciar la escalada neonazi en Murcia y concienciar a la sociedad para combatirla, se dirigió directamente, con profusa información y propuestas, a los equipos directivos y AMPAs de centros de secundaria de las zonas nobles de la ciudad, como los IES Alfonso X y La Flota (donde se han dado casos de traslado de alumnos por intimidación y acoso, y en el entorno de cuyas instalaciones se vienen produciendo numerosas agresiones). También a la directiva del Real Murcia. También, junto a las familias afectadas, a la delegación del Gobierno y a la consejería de Educación. Sin respuesta. Los titulares de estas instituciones, Sánchez-Solís y Sánchez-Mora, se han atenido al guión. No al que separa sus apellidos, al otro. Al que prescribe quietud, al que impone silencio.

Y es que, después de brindar (contra el acoso escolar, contra los neonazis, contra los ultras, qué más da), nuestras instituciones suelen callar. Si acaso, se les escapa un eructo. Precisamente desde la consejería de Educación nos ha llegado uno esta semana pasada, por boca de su director de planificación educativa y recursos humanos, Enrique Ujaldón. Para este señor, es propio de desocupados pedir justicia para las víctimas del franquismo, porque ya están todas muertas. Qué difícil no ver una relación entre ese no querer prevenir y ese negarse a curar. Qué triste todo, don Enrique, y qué previsible. El guión.