Confieso que cada vez que acudo a un tanatorio me asomo a la vitrina y contemplo durante un minuto y en silencio al finado. Siempre lo hago. Es mi particular forma de decirle adiós. No rezo ni pienso en el más allဠsólo recuerdo escenas de cuando estaba vivo. Pero a veces, el muerto está tan mal maquillado, tan desfigurado por el arreglo, que no parece él. En ocasiones, hasta he tenido la sensación de que me he equivocado de entierro. ¿No os parece que los que se dedican a arreglar difuntos deberían hacer un esfuerzo por presentarlos más naturales? No sería descabellado incluir un módulo con esta especialidad „la de amortajar„ en los estudios de Formación Profesional.