El profesor Vilarnovo aparentaba veinte años más de los que tenía, o eso decían. Tenía aspecto de personaje de película de los hermanos Cohen. Era monótono hablando, vistiendo y moviéndose. Pero curiosamente, en los momentos álgidos de la clase, que los había, quizás porque eran muy fácilmente distinguibles, era capaz de transmitir más que cualquier otro. Toda una estrategia para afrontar la vida. El día que nos enseñaba una parte básica en su asignatura, Teoría del discurso comunicativo, recuerdo bien cómo hizo las pausas justas. Se movió por el aula como un actor interpretando un papel escrito para él, un papel que no es que estuviera basado en la realidad, es que era la realidad misma. Y lo que nos dijo el profesor aquel día era la clave de eso mismo. La clave de todo discurso. La clave de todo en el día a día de quienes nos íbamos a ganar el pan escribiendo, sea lo que sea lo que fuésemos a escribir.

Aristóteles decía que pueden ocurrir las cosas más increíbles en una obra, siempre que sean kata to eikós, esto es, que correspondan a lo que cabe esperar; es decir, que se justifiquen por esta finalidad interna de la obra misma. Vilarnovo lo explicaba recurriendo en falso a lo verosímil, pero el contexto real era otro aún más extremo. Incluso más real que la propia realidad, casi descarnado, en el que ponía todo su empeño como docente, precisamente para cerrar aquel círculo, que siempre interpreté como el santo grial de las letras. De las historias. De los artículos. De los reportajes. De las conversaciones€ incluso, de la realidad misma; de todo en la vida.

Por si no lo saben la palabra ´Entusiasmo´ procede del griego enthousiasmós, que viene a significar etimológicamente algo así como ´rapto divino´ o ´posesión divina´. El entusiasmo nos convierte en dioses, porque no hay quien frene a quien tiene entusiasmo, que es el ingrediente principal para creer en las cosas que decimos, leemos o escribimos.

Cuando coincido con alguien que habla con entusiasmo, que se atreva a afrontar retos, recuerdo a Vilarnovo explicando cómo el kata to eikós de un discurso, lo que cabe esperar, es posible si el contexto adecuado lo sustenta. Y es un auténtico gusto encontrar gente con capacidad para trabajar, para hacer, para mover, para crear y que además sólo por el hecho de hacerlo tengan ganado ya algo que es esencial para todo, la recompensa de hacer lo que uno quiere hacer. Y entonces los que somos del ejército del vaso medio lleno nos armamos de fuerza para seguir adelante. A los que hacen que podamos esperar cosas increíbles, gracias. El mundo es mejor gracias a vosotros.

Vale.