El genio del creador es atmosférico, como todo espíritu, pero se formaliza en tics, gestos retóricos, melódicos o de pincel que se repiten, y que lo identifican. Los tics son la caligrafía del genio, aunque en ellos no esté el genio. Vendrían a ser como cuerpo y alma. Cuando el genio se va del creador genial, a éste aún le quedan los tics, que puede seguir combinando de manera casi ilimitada, mientras el cerebro conserve los registros.

A Woody Allen hace ya mucho que el genio se le fue a otra parte, pero su repertorio de tics sigue intacto. El espectador nuevo ve en su cine actual sólo los tics, que no le dicen gran cosa, pero al espectador viejo, que gozó del genio de Allen cuando estaba en él, los tics le permiten evocar el espíritu ido, y lo disfruta como si aún moviera el aire. Esto explica que Irrational Man, el último repertorio de tics de Allen, aburra a unos y a otros les encante.