El 99% de Calblanque es privado. Karl Bödding ha heredado parte de este paraíso, un lugar que su familia abandonó durante décadas. Su tío Sammy vivía solo con su caballo dentro de Calblanque, un hippy alemán de espíritu libre. Ahora es legítimo que su sobrino quiera explotar la propiedad y hacer que la gente pague por aparcar. Ya ha cerrado el paso a la finca donde vivía su tío. Tiene una veintena de casas arrendadas en el parque a precios irrisorios y quiere subirles el alquiler porque echar a sus inquilinos es casi imposible. Es lícito que pretenda crear un complejo turístico sostenible en Calblanque. José López y Pedro Antonio Sánchez tienen que actuar como si fueran Hugo Chavez. Y, aunque no haya dinero en las arcas públicas, -si lo hay para Corvera y el baipás del AVE- y Karl tenga un proyecto de buenas intenciones, ya saben lo que decía el revolucionario venezolano: "¡Exprópiese!". De no ser así Calblanque será el cortijo Karlblanque y perderemos este tesoro.