Arranqué anoche en La Unión la zambullida vacacional viendo a Estrella Morente e Israel Galván y, aunque terminó a las tantas y me quedo con las ganas de transmitir las vibraciones, no debe haber hoy en día muchas apuestas tan seguras. Aprovecharemos para llegarnos mañana hasta Siles, en pleno corazón de la sierra de Cazorla, donde uno de los chavales recogerá el primer premio de su bien consolidado certamen de cortos. La verdad es que estas criaturas no hacen más que darte disgustos. Estuve viendo con la madre una película realizada del copón como es Una historia real y, en el último pase antes de que la quitasen, éramos tres en la sala. El artista de la familia dejó en su día un buen curro y se tiró a la piscina para dedicarse a su sueño en medio de una industria a la que el recompensado Wert ha intentado con todas sus fuerzas dar el golpe de gracia para lo que tampoco es que necesitara tanto. Al contrario que el nuevo embajador ante la ocedeé y residente en París , el chaval hace lo que puede y lo peor es que el canalla es feliz. Luego ya, para seguir el pulso convivencial que es la salsa completa, he preparado una incursión de rechupete por La Rioja, a sabiendas de que la parienta es militante de Ribera de Duero y recalcitrante comunera. De cualquier manera tengo fe en que, cuando estemos en la cuna del castellano en San Millán de la Cogolla y nos inclinemos ante el códice de las llamadas Glosas emilianenses de 1040 en el monasterio de Suso, baje la guardia y saboree los caldos programados para el día siguente en una de las bodegas más señeras del lugar. Además, ahora ya resulta absurdo ponerse en guardia porque vayas por donde vayas hay vinos con los que se te saltan las lágrimas. Aquí mismo se producen verdaderas joyitas y, en Cataluña, ni les cuento. No hay más que ver que Artur quiere toda la cosecha para él.