Han pasado pocas semanas desde que se nos casó Wert, el ya exministro (gracias a Dios y a Rajoy) con su número dos, hasta hace poco secretaria de Estado de Educación, Montse Gomendio. Y pocos días más desde que tomó el mando de ese cuartel del ministerio de Educación, el tetuaní Íñigo Méndez de Vigo y Montejo. Y he ahí que una de sus primeras órdenes cuartelarias fue defenestrar el retrato que Solana hizo a Unamuno en 1936. Esta pintura es patrimonio nacional, préstamo del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, que llevaba en el ministerio más de trece años acompañando entre otros cuadros y retratos a cinco ministros peperos, sociatas y rajoyanos.

A Íñigo, nuevo general „o generalísimo„ del cuartel de Educación, Cultura y Deportes, no le gusta ni un pelo Unamuno. Diríamos que esta aberración tan enquistada la ha mamado desde pequeño, pues es nieto de militares e hijo de un ayudante militar del mismísimo Franco. Insistimos en esa tradición militarista de su familia y de su región natal, Tetuán, protectorado español de Marruecos cuando nació, plagada de militares y sede de conspiradores y golpistas, en el XIX y en el XX.

De familia muy proclive al franquismo y a la casta, pura y dura, de sangre, de la más alta aristocracia militar y monárquica española, con sus privilegios y prebendas, Méndez de Vigo y Montejo es el IX barón de Claret.

Se ha visto renombrado en escándalos de signo extremista derechista solo por su parentesco. Su cuñado y tocayo, el ultraderechista Íñigo Pérez de Herrasti, ha sido condenado por actos de signo nazi; además de Herrasti fue detenido varias veces por actividades en colaboración con grupos de extrema derecha española y europea.

Todo ello hace que Unamuno, con su pensamiento y espíritu independiente, la voz más crítica y molesta de comienzos del sigo XX contra el militarismo y contra la educación pacata, paleta y provinciana del nacionalcatolicismo, se enfrentara al actual ministro al entrar éste en su nuevo despacho. Y se oyó una voz desde ultratumba: «¡Aquí sobra alguien!». E inmediatamente el repeinado y lacado nuevo administrador de la cartera ministerial de Educación, maleducadamente, mandó llevar el cuadro del pintor Gutiérrez Solana, y a Unamuno, al sótano más oscuro y lejano del caserón del ministerio. Ubicado desde tiempos de la ministra Pilar del Castillo en la amplia pared contraria al escritorio del despacho ministerial, el Unamuno de Solana vigilaba con «la mirada escrutadora, aquilina e impaciente» todas las conversaciones y gestos de los ministros de Educación de la patria.

Por eso, el exrector de la universidad salmantina conoce certeramente que Méndez de Vigo no tiene saberes específicos; vamos, que no tiene ni idea sobre Educación. Pero el intelectual vasco salmantino sí reconoce que Íñigo es un experto europeísta desde 1984, que siguió, como consejero especial, a Marcelino Oreja en la secretaría general del Consejo de Europa. Luego, guiado por este exministro de Exteriores del primer gobierno de Suárez, ingresó en la militancia pepera (1989, AP) y en la religiosa de la democracia cristiana, opuística...

El nuevo aristócrata en la corte de Mariano Rajoy se define neoliberal, defensor de las ideas populares europeas en materia educativa. ¡Menos mal que solo va estar cinco meses de ministro, hasta las elecciones de noviembre!

Mariano Rajoy ´sigue renovando´ su Gobierno, por eso nombra ministro de Educación de España a un aristócrata católico, que lleva toda su vida viviendo de la política europea. Este barón de Claret, con sus 60 primaveras, será el nuevo encargado de que se aplique la LOMCE y otros recortes educativos. Esa ley que toda la oposición se va a cargar después de las próximas elecciones.

Sobre gustos no hay nada escrito, por eso respetamos la decisión ministerial del ya exsecretario de Estado de la UE. Se quita de en medio, descuelga de las paredes de su despacho, la imagen de un gran pintor sobre uno de los más grandes intelectuales que hemos tenido a lo largo de la historia de España.

Esperamos, como dice el otro, que no nos sorprenda colgando un retrato de Millán Astray o Escrivá de Balaguer... Por eso de las afinidades militaristas y opuísticas del nuevo señor ministro.

Pero el veterano europeísta, hombre de la casa pepera, un sargento o comandante chusquero de la gaviota azul, lo tiene muy difícil. Le espera una tarea hartamente complicada. «Suceder a un ministro pirómano le va a obligar a ejercer de bombero». Y va a gastar una enorme cantidad de energía en arreglar lo que Wert destruyó, o en defender leyes y medidas en las que probablemente no crea. Aunque diga -bendito e ingenuo sea, señor Íñigo- que «esto no es un marrón», la situación es caótica y de desconcierto social en Educación y Cultura. El inefable Wert le ha dejado una herencia endiablada: recortes bestiales, leyes educativas obsoletas como la LOMCE, una escasísima financiación universitaria autónoma, la disminución de las becas estudiantiles, el altísimo IVA cultural, mínimas inversiones en Investigación e Innovación...

Esperemos que su experiencia dialogante, forjada en Europa, no sea igual que su mal de comienzo con el retrato solanista de don Miguel de Unamuno y Jugo. Que solucione las cuestiones pendientes de Educación, Cultura y Deportes, y no sea solo un jugador de cara amable que luego mete la puya, como algunos trileros de la UE. Todos sabemos de qué pie cojea, ministro.