Hoy que leo en la prensa que el rugby está de moda, recuerdo que practiqué ese deporte de forma ´oficial´ cuando estudiaba Magisterio. Ahora que ya ha prescrito el delito, confieso públicamente que otro joven (imagino que más fuertote, robusto y ágil que yo) jugó el torneo universitario con una ficha a mi nombre. Yo por aquellos años fumaba tres cajetillas diarias de Ducados y nunca me acostaba antes de las cuatro de la madrugada; sin duda, unos hábitos poco saludables para alguien que, ese curso, esculpió su glorioso nombre entre los miembros del equipo ganador del campeonato. Me pagaron aquella hazaña deportiva con un sobresaliente en mi expediente (creo fue que el único), y eso que ni siquiera llegué a entender las reglas de ese extraño y bruto deporte, que tanto le gusta practicar a los anglosajones.