No es una historia de ficción. En los años 70, una importante dama inglesa llegó a España para asistir a una de esas bodas calificadas ´del siglo´. Se hospedó en el Hotel Palace de Madrid y pudo comprobar in situ que eran ciertos los comentarios que hablaban del exquisito trato al cliente que ofrecía este legendario establecimiento. Doce horas antes de la ceremonia, descubrió aterrada que había dejado olvidados los zapatos que hacían juego con el tocado y el cinturón en su país. Bajó llorando a la recepción; y media hora después, un botones del hotel (ataviado con uniforme y portando las llaves de un apartamento londinense) esperaba en el aeropuerto de Barajas el primer vuelo con destino a Londres. Ni qué decir que la señora lució los zapatos en la boda; el Palace nunca falla. Lo que siempre me he preguntado es si alguien, durante el enlace, le miró a los pies.