Será cosa de Pedro, el míster, que con más de veinte años de experiencia como entrenador en categorías inferiores tiene muchos de los secretos del fútbol en su cabeza y, lo que es más importante, los sabe aplicar a un grupo de zagalicos con ganas de divertirse.

Hace un año empezamos una temporada que era una incógnita para nosotros, algunos de los padres para los que era la primera vez. Y no hablo ni de resultados, ni de competición, ni siquiera hablo de fútbol, aunque lo parezca. Ha sido un año en el que hemos descubierto que teníamos razón. Que en el fútbol lo más importante no es ganar, ni jugar bien, ni perder la posición o aprender un control orientado. Todo eso sólo son complementos a lo que es verdaderamente importante, eso que Pedro, el míster, se ha encargado de hacer sólido en los zagalicos de 7 y 8 años que ha entrenado con maestría. Lo único importante es el colectivo. El grupo. Los amigos, disfrutar y sentirse bien. Entenderse. Compartir y respetar.

Parece todo normal, porque estamos hablando de una Escuela de Fútbol, que sobre todo es Escuela. Pero es que, verlo tan claro en los niños, aprender a verles disfrutar, en las victorias y en las derrotas, en todos los partidos y entrenamientos, completa esa faceta pedagógica para la vida con el mejor aprendizaje para jugar al fútbol, casi para cualquier disciplina que haya que afrontar en grupo, sea deporte o no lo sea. Verles compartir todo, es ver con nitidez cual es el secreto del fútbol. En todos los equipos que han hecho algo importante en la historia ha habido un grupo de amigos. Un grupo que se ha hecho fuerte por compartir. Todos hemos aprendido este año que el fútbol base es mucho más que fútbol y sólo fútbol. El equipito verde que nos ha enamorado lo ha hecho por cómo han disfrutado cada minuto los jugadorcitos. Jesús, Samuel, Romeo, Pedrito, El Jefecito Álvaro, Alejandro, Sebicas, Antonio, Rodrigo, Jose, Carlos, Omar, Alejandro Marcos y Guille.

Vaya desde aquí mi reconocimiento al sacrificio de todos los que hacen que el fútbol base sea una academia de vida. A los que enseñan a dejarse un gol si se ha cometido un error en el juego, a los que ponen a jugar a todos los chavales su tiempo y lo hacen para el bien del equipo, a los que enseñan a compartir y a sentirse parte de un grupo, a los que no cambian al portero en una tanda de penaltis, a los que regalan confianza y alegría a niños y padres, a los que se dejan un año en fines de semana para enseñar a los pequeños cual es el secreto del fútbol, el secreto de la vida: disfrutar con lo que hagas, sea lo que sea. ¡Vamos Ranero!

Vale.