No entiendo por qué los críticos literarios se llaman así, cuando la mayoría de ellos deberían llamarse aduladores incombustibles. Yo mismo he participado -y participo- en el juego de loar obras que no merecen la pena, más por el compromiso de no quedar mal ante el (frecuentemente prólijo) autor que por la verdadera calidad del texto. Esto es así y da pena. Es triste que la crítica no pueda ser tal por miedo a dañar o incluso, como el otro día comentó una persona que se sentó conmigo a la mesa, porque dejar mal la obra de ´un colega´ puede conllevar consecuencias desastrosas para el estatus social del que lanza los comentarios. Cuando una persona da su creación al mundo, debe estar preparada para que guste y para que no, y que la crítica no es más que la opinión de una persona, que tiene unos gustos y un bagaje particular, y que puede ser completamente contraria a la de otras muchas personas que sí encuentren belleza en el texto. El autor, el escritor, debe prepararse para recibir comentarios negativos sobre lo que ha hecho y, previo a eso, pensárselo dos veces antes de sacar algo a la luz. Que no todo es digno ni todo es bueno ni ha de gustar a todos por igual.