Los precios, mucho o poco, tienen que subir siempre. Si se estancan o bajan, la gente piensa que seguirán cayendo y no consumirá. Lo acaba de decir el gobernador del Banco de España, pero no se trata de una idea original. Por su boca habla el pensamiento financiero de siempre. La inflación es una forma de ansiedad que garantiza el progreso económico. Todo el mundo debe ir por detrás de su salario, con la doble preocupación de no llegar y de que, si no se compra el coche esta semana, la próxima habrá subido. Ese estrés, dicen, es bueno para el progreso de los pueblos porque gracias a él la gente pide créditos para renovar la cocina o pasar el fin de semana en Nueva York. Sin deuda no avanzamos, etc.

De modo que ahí estamos, atrapados entre la necesidad de que los precios suban por encima del sueldo y la conveniencia de que se ajusten a los niveles salariales. Si la inflación nos conduce a la pobreza, la deflación nos devuelve a la miseria. Estos mecanismos parecen copiados de la existencia misma. Crecer significa dirigirse a la muerte y detenerse también. «Tú no puedes volver atrás porque la vida ya te empuja como un aullido interminable», decían unos versos de José Agustín Goytisolo dedicados al nacimiento de su hija, y a los que luego pondría música Paco Ibáñez. En efecto, volver atrás significaría la muerte, lo mismo, curiosamente, que avanzar. Es nuestro sino.

Se atribuye a un viejo gobernante socialista la frase de que «la corrupción es el aceite del sistema». Lo ha sido durante mucho tiempo. Más que el aceite, a la vista de lo que va apareciendo, el auténtico motor. Cuando los dirigentes del PP amenazan con la inestabilidad que puede suponer la entrada, en el escenario político, de nuevos partidos, se refieren, sin duda al peligro de que corten de raíz con la corrupción y el sistema se gripe. «Lo que hay que hacer», dicen que decía el gobernante socialista señalado más arriba, «es introducir la varilla cada poco para vigilar el nivel». ¡Ah, entonces era una cuestión de niveles! Seguramente todo (la corrupción, la inflación, la deflación, el asma€) es una cuestión de equilibrio. Nos gustan los funambulistas porque nos vemos en ellos.