No es fácil referirnos a un período tan intenso y profundo como el que hemos compartido con Sebastián Escudero, el fundador del Festival de Cante Flamenco de Lo Ferro. Hay mucho talento, mucho trabajo, así como un talante extraordinario que se ha brindado, y prosigue, a través de un acopio de conocimientos, de datos, de experiencias, de ilusiones, de amores€ por y para el flamenco. Por eso explicitarlo, mediante un humilde texto, no es nada sencillo, sobre todo porque quienes lean estas letras constituyen unos auténticos aficionados, y, por ende, son, sois, muy exigentes, lo cual es lo deseable.

No es sencillo, en consecuencia, resumir o aglutinar en unas pocas expresiones lo que ya se ha reseñado en muchas ocasiones ni, por supuesto, tampoco podemos glosar aquello otro que no se ha referenciado hasta ahora porque no siempre podemos trasladar al completo lo que sentimos. Lo que sí es verdad es que estoy convencido de que si quien se dirigiera a ustedes, a vosotros, hablando de flamenco, fuera el propio fundador del Festival, Sebastián Escudero, sería otra cosa, seguramente muy especial. Tenía un carisma, una inmanencia, que ha conseguido que el certamen haya crecido de una manera, si no espontánea, sí natural.

En efecto, Sebastián secuenciaba lo que para otros es excepción, y por eso vinieron hasta Torre Pacheco los más grandes, llenando de sentimiento el Festival, y por esa razón este evento ha fermentado como la buena levadura y ha conseguido el efecto y el resultado del mejor pan, el del conocimiento que nos hace sabios a través de la historia sanadora, en este caso la que proviene del flamenco, de su duende, que siempre viajaba, y navegará, en nuestro querido amigo y maestro.

Su persona sonaba en el ´quejio´, pero sobre todo se apreciaba en las Bulerías y en los Tanguillos, e igualmente en los Cantes de Levante. Sentía devoción por la Ferreña, un palo que él mismo pidió su invención a Juanito Valderrama y a Fosforito, que pisaron en numerosas ocasiones el albero de Lo Ferro, impregnado de las voces, de los átomos, de las soberbias estrellas de unos artistas que nadaron en los sueños de un Escudero que ejerció como tal en defensa del rutilante fenómeno que nos ocupa.

Es una paradoja que se note la importancia de alguien cuando no está. En el caso del entrañable Sebastián, se festejó su significación en vida, pero la auténtica dimensión de su entrega la captamos ahora, cuando ha partido de esta zona, y ya no le vemos físicamente, aunque percibimos su faena y su atractivo.

Han visto todos los entregados a su causa la altura del este acontecimiento. Cientos de artistas de renombre, que lo fueron en su momento o que se consolidaron más tarde, han cantado, bailado, tocado e interpretado en definitiva en este fenómeno cultural desde una amplia contemplación y una extraordinaria libertad interpretativa.

Lo Ferro es un hondo gozo para los sentidos. En esta cita anual se ha ensayado todo: los palos tradicionales, los maridajes, los conceptos modernos y de antaño, así como las gargantas nuevas y las hechas tras una forja de años, esto es, aquellos que todo lo daban, y los que se anticiparon para descollar más tarde en estos nobles géneros musicales.

El flamenco es Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. Sebastián Escudero y, con él, Lo Ferro lo supieron antes de que ese carácter intangible tuviera un reconocimiento universal. Laboró por él desde su tierna infancia para, ya en la etapa de la madurez, poner en marcha un testimonio dinámico de su devoción en forma de festival. Tal ha sido su envergadura, la de este certamen, que se ha convertido en el tercero de España, que es tanto como decir del mundo entero.

Cada protagonista, cada evento, cada fecha, cada peldaño de cuanto aparece en este acontecer, sabiamente forjado, tiene, ha tenido hasta el momento presente, la fina revisión de Sebastián, que ha sabido siempre forjarse y formarse con simpatía, cariño y docencia. Su figura era, es, será, un crisol de circunstancias que se resumen en la palabra ´responsabilidad´.

Ahora entiendo más que nunca porqué nos encontramos él y yo, porqué me mimó, porqué se refirió a mí como circunstancia de futuro. Todos lo somos, quienes hemos cogido el testigo. Por eso el quehacer del presente Festival de Lo Ferro, en su 36 edición, de su Peña, de sus gentes, de sus organizadores, de sus participantes, de quienes se acercan a disfrutar, y, en definitiva, de todos sus atractivos, es el testimonio referencial de hacia dónde tenemos que caminar.

Con el agradecimiento a cada uno de cuantos han sido y son, nos emplazamos al qué será, que también escribiremos juntos, con la ayuda de Sebastián, allá donde esté. El punto de partida es su magna, admirada y estimulante tarea. Un abrazo espiritual y flamenco.