Trabajar más, y con más paciencia. Ver más enfermos, más mujeres y más hombres que antes de los recortes de personal y de sueldos, escuchar sus dolencias, tratar de averiguar las causas, decidir qué remedio recetarles, darles ánimos, empatizar con esas personas y sus situaciones vitales y familiares. Salir después de la hora ese día y el anterior y el siguiente. Y vuelta a empezar esperando que todo esto cambie de una vez y la sanidad recupere la calidad que no debió haber perdido a pesar de la crisis. Trabajar más y con más paciencia, pero no por los políticos, sino por los pacientes.