La muerte de 700 inmigrantes en el Mediterráneo nos devuelve una vez más a la gran vergüenza, como decía el Papa Francisco, que supone la inmigración de personas que van huyendo del hambre y de la muerte. Personas que se les han negado su presente y su futuro por la avaricia de las multinacionales que saquean África con una inmunidad e impunidad que clama al cielo. Multinacionales que venden armas para provocar golpes de estados para que los gobiernos de turno defiendan sus intereses, a cambio de darles algo de riqueza. Multinacionales que han logrado la complicidad de las grandes naciones a través de la indiferencia. Lo dicho, vergüenza.