Se preguntan en el Gobierno de Rajoy, obtusos y asombrados, por qué están siendo abandonados por los españoles. Y, por supuesto, entre los españoles, muy especialmente por los catalanes. No es sólo la presencia de la brillante Alicia Sánchez Camacho, siempre tan audaz en sus pulsiones de cuasi con-fusión con el mas-pujolismo, sino, sobre todo, la imagen de ´firmeza´ del Gobierno popular con el nacionalismo abiertamente separatista. Ya no solo los financian con el Fondo de Liquidez Autonómica, que aquí usamos para la sanidad, y allí para pagarse una buena independencia. Es que, encima, les ofrecen plataformas para la propaganda de la secesión, el desdén hacia España y la chulería más hortera. Y eso es a lo que las españoles han dicho ¡prou! (basta), al cornudos y contentos que el rajoyismo viene interpretando desde hace casi cuatro años frente a la desvergonzada operación de Mas. La última muestra es descacharrante. Organizan en Barcelona la Cumbre del Mediterráneo, en vez de habérselo llevado a Valencia, a Málaga€ o a Cartagena al día siguiente de la puesta en marcha de lo que allí se llama, con mucha guasa, el prusés (procés), el proceso separatista. Y, no contentos, ese dúo tristérrimo de Margallo y Rajoy le ofrecen a Mas la tribuna de la Cumbre para que el genares se despache con un discurso de desprecio e ignorancia de España. Se ríe de ellos, y de todos nosotros, ante los ministros de Exteriores de treinta países europeos y norteafricanos. Eso, inmediatamente después de haber afirmado en EE UU que España es el lastre que les impide ser aproximadamente la primera potencia mundial. O sea, el mismo discurso, más de cien años ya, que viene sosteniendo el catalanismo desde que se perdió Cuba por primera vez. Rajoy no se reivindica por haber afirmado „tras la afrenta chulesca de Mas„ que Barcelona es la ´capital española del Mediterráneo´. Es precisamente el haber dado pie a tener que decirlo lo que desnuda toda su política sobre Cataluña. Ni barcos ni honra.