noche habré visto el segundo episodio de El ministerio del tiempo, una serie de TVE cuyos protagonistas tiene la misión de impedir que cambie la Historia de España. Dicho así, parece que uno de ellos debería interpretar al ministro Wert. ¡Qué trabajo más desagradable! ¡Cuánto mejor sería un grupo que cambiara la historia de España para que hoy pudiéramos ser un país eficaz, sólidamente democrático, con gente acostumbrada a la libertad y a su uso, mayor permeabilidad social, más desarrollo, más racionalismo, más cultura, menos clasismo, oligarquías más débiles y mejor formadas... Pues no. En algunas series la frustración del espectador es la tensión sexual no resuelta de la pareja de protagonistas y en esta será que Fernando VII nunca podrá ser fusilado o decapitado porque hay un ministerio dedicado a que así sea.

La serie tiene momentos de una gracia saludable con chistes sobre nosotros mismos, sobre la idea del país, sobre la cultura pop propia, que podemos disfrutar por primera vez en una ficción española en horario de máxima audiencia levemente corregido para una mejor conciliación de la vida laboral, familiar y televisiva. Esa es una intervención en la historia (reciente) de España que puede cambiar el futuro gracias a este Ministerio del Tiempo del «vuelva usted ayer» en el que actúan en presente Jeromín y la hija de dos actores de Estudio 1. «El tiempo es lo que es» y «el ministerio es un ministerio» con funcionarios sin paga de navidad y preocupados porque el Empecinado no tiene tarjeta sanitaria.

Es maravilloso que lo que comunica entre tiempos (a los que se accede no por un túnel „como en la serie de Irwin Allen„ sino por pasillos y puertas) sean unos móviles con cobertura histórica, como corresponde a un país que no recuerda cómo era la vida antes de que se inventara la tecnología mejor pensada para un español improvisador, impuntual, impetuoso, informal y parlanchín.