Hace unos años, Narbona y Zapatero de por medio, asistimos estupefactos a la escenificación de una una de las situaciones más bochornosas que la política pueda ofrecer. Enmedio del desbarajuste creado por la derogación vesánica del Trasvase del Ebro, la sequía puso cerco a Barcelona. A fin de no claudicar en sus medidas, la pareja determinó llevar alli el agua de la desaladora de Carboneras ¡en barco! ¡Qué vergüenza, coño! Al final llovió, menos mal. Hoy, viendo las vegas inundadas en los valles del Ebro, el bochorno es mayor. Pedir la regulación del Ebro, ¿es de franquistas, desarrollistas y enemigos varios de la Naturaleza? Pues no. Eso sí, haría falta un montón de ´cañetes´.