Desde que el cardenal Jorge Mario Bergoglio fuera nombrado papa y con el nombre de Francisco, la Iglesia católica se encuentra en una situación de cambios profundos. Francisco se ha caracterizado por intentar que la Iglesia sea una Iglesia de los pobres y para los pobres y esté al servicio de la gente sencilla desde los valores universales de la justicia social, la libertad, la paz, la fraternidad, la reconciliación€ Valores que se traducen en la defensa de la tierra, el trabajo digno y la vivienda como derechos fundamentales. No se ha quedado en el mensaje y en grades declaraciones, sino que lo está llevando a cabo: sus palabras las quiere hacer realidad y está luchando por ello desde la cercanía, la ternura y lo revolucionario. El papa Francisco no es mera estrategia publicitaria de la justicia social, sino que se ha convertido en un profeta que está removiendo desde las raíces la curia romana y a la propia iglesia.

Por eso tiene el empeño de evangelizar a la propia Iglesia, que sea realmente una Buena Noticia para los pobres, una Iglesia de apertura, que sea un espacio de libertad, verdad, encuentro y solidaridad. Para ello, está luchando para reformar la curia romana, una curia instalada en el lujo, en el poder y en la connivencia con los poderes de este mundo, en especial con las mafia italianas, donde el Banco Vaticano ha jugado un papel importante de blanqueo de dinero proveniente del narcotráfico, prostitución y venta de armas ¡Sólo pensarlo nos hace sentir una indignación profunda! Sí, muchos de esos que van vestidos con todos los camisayos eclesiásticos, que juntan las manos como si estuvieran rezando y con un semblante serio, han permitido y fomentado estás prácticas financieras, de cuyos beneficios han participado. Detrás de esos ropajes y crucifijos se encuentran corazones sin escrúpulos, sin conciencia y sin moral cristiana, ni siquiera un mínimo de ética. Estos vividores son los que han condenado a muchos cristianos por llevar el evangelio a lugares de opresión y explotación. Aún recuerdo con amargura la condena de la Teología de la Liberación.

Esta reforma la quiere llevar a toda la Iglesia para que en vez de ser una Iglesia de poder, dinero, de hipocresía, de prestigio social, sea una Iglesia que convoque y anuncie el mensaje de Jesús de Nazaret a la ternura y a la misericordia.

Podríamos hablar mucho más de sus gestos, palabras y acciones que han hecho creer de nuevo en la utopía. Pero ¿qué reacciones ha habido en el interior de la propia Iglesia? Creo que recoge bien la reacción de una gran mayoría: Francisco es el Antipapa y se traduce en el deseo de que desaparezca y que la Iglesia vuelva a ser lo que era, no otra cosa que una institución de poder, al servicio de los poderes económicas y legitimadora del capitalismo.

Hay términos y expresiones que se utilizan para desprestigiarlo como son: «¿Qué se puede esperar de un argentino y además peronista?».

También en un sentido irónico se dice: «Tienes más peligro que el papa subido a un avión y dando una rueda de prensa». No se le quiere mucho en el interior de la Iglesia, de hecho se le nombra muy poco y mucho a Juan Pablo II; en cambio, es muy querido fuera y despierta un gran entusiasmo e interpelaciones. En este sentido se oye mucho lo de «esta Iglesia sí que me convence». Hay muchos cardenales, obispos, sacerdotes y seglares que lo desprecian y no lo consideran ´su Papa´; para ellos, el modelo de papa es Juan Pablo II, el que fomentó una Iglesia poco evangélica.

Es triste ver que no se le quiere mucho por su opción clara por los últimos y estar al lado siempre de los empobrecidos en conflicto con los poderosos y su denuncia del capitalismo como un sistema que mata y excluye. Por decir que no hablemos tanto de la moral sexual y que testimoniemos más el evangelio y la doctrina social de la Iglesia. No es de extrañar que los gobernantes no lo quieran tampoco y lo vean como una amenaza para consolidar las desigualdades sociales y que el 1% tenga el 99% de las riquezas. Ya no tienen un papa cómplice con su avaricia y codicia.

No se le quiere porque nuestra Iglesia europea es una Iglesia acomodada al capitalismo, que recibe dinero de los pudientes para el arreglo o construcción de templos, la compra de mantos, tronos y joyas€ Una Iglesia que se siente segura a la sombra de la derecha y de las élites financieras y económicas.

Deseo junto a otros cristianos que nuestra Iglesia sea realmente buena noticia para los empobrecidos, que sea comunitaria y no una monarquía absoluta (jerarquía), que sea posible el sacerdocio de la mujer y dejemos de ser machistas y patriarcales, que el celibato sea opcional, que defendamos siempre la justicia, la libertad y la paz, que tengamos un visión positiva de la sexualidad, que escuchemos a la gente, en su gozos y tristezas, en sus sufrimientos y esperanzas y que sepamos renunciar al dinero y al poder.

Para mí el hermano Francisco es una alegría para la humanidad y una esperanza para los pobres. ¡Ojalá nos dure mucho tiempo!