Ha cumplido ochenta años en su primera definición ideológica como cine independiente y de autor; le llamaron amateur, cuestión de amadores del registro de la imagen expresiva, no tanto del sonido que era accesorio. Fue en el I Congreso de Cine Amateur de 1935 celebrado en Sitges (Barcelona): «Son considerados films amateurs exclusivamente los concebidos y realizados sin otro objeto que el propio goce de su autor. Lo que da al film su carácter específico de amateur son las condiciones que han intervenido en su concepción, en su realización, en su finalidad».

Podría añadir al manifiesto clarificador de un arte propio, ensimismado hacia el interior de cada creador, el entusiasmo puesto en su individualidad.

En la actualidad, con placer, me ocupo y preocupo de lo que es una mirada al pasado más o menos reciente de nuestra cinematografía regional para coleccionar los fondos de la Filmoteca Regional Francisco Rabal, de Murcia. No desdeño ninguna vanguardia precisamente porque aquel cine amateur o del entusiasmo en el camino fue vanguardia de un tiempo y de una experimentación al borde mismo de la ideología. Nadie, hoy, discute lo que fue un movimiento trascendental para la cultura del siglo XX y el patrimonio de nuestra comunidad. La historia es precisa y dio comienzo en Cataluña en 1932, cuando los pioneros del cine amateur catalán dieron a conocer sus vocaciones creativas. En Murcia el contagio y vocación tardó veinte años en llegar pero cuando lo hizo arribó con una fuerza extraordinaria que situó a Murcia en el segundo lugar de la especialidad en el contexto general del Estado. Por entonces, y por muchos años, el cine catalán representaba al cine español amateur a través de lo que fue y sigue siendo la UNICA, la Unión Internacional de Cineastas Amateurs que, de forma milagrosa casi, sigue viva.

Durante más de treinta años el cine anidó en los autores catalanes hasta llegados los años setenta que coinciden con un independentismo en lo social y político. Y ahí la cinematografía de autor „el espejo de la murciana„, siguió dando muestras de una gran vitalidad a pesar de la reconversión técnica que vino a suponer el soporte magnético. Los cineastas catalanes fueron excelentes y entrañables amigos de sus colegas murcianos con los que intercambiaron positivas experiencias cinematográficas, primero en blanco y negro y luego, a partir de los años cincuenta, en color. Nuevos conceptos del cine de autor independiente; proyectos de animación que su cultura conocía en las referencias del canadiense McLaren, por poner un ejemplo. Todo un historial que evidencia un pasado trascendente e innovador.