Alguna vez me preguntaba mi abuela, en un arranque de candidez: «Hijo, ¿por qué el Gobierno no se pone a hacer dinero y más dinero y acaba con los problemas de los pobres y de los que no tienen ni un duro?» Alguna vez, a pesar de la ignorancia de aquel momento, trataba de explicarle las razones, pero mi abuela siempre terminaba diciéndome: «Tú dirás lo que quieras pero, si por mí fuera, estaría toda la noche dándole a la maquina para que salieran billetes de mil pesetas. No pararía y no me cansaría de mover la manivela. Y quitaría muchos problemas a mucha gente». Y esta semana he sabido, por fin, que mi abuela llevaba toda la razón, que todos los economistas resabiados y edulcorados con teorías plagadas de términos que no somos capaces de entender la mayoría de los ciudadanos (razón fundamental por la que utilizan su jerga) no tenían ni idea de lo que sucede en la economía y que la solución era esa, darle a la maquinita para que salgan millones de euros. Porque es eso lo que ha decidido el presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi, para estimular las economías del viejo continente: imprimir billetes, muchos billetes, por mucho que se empeñen los burócratas en disfrazar la decisión bajo unas siglas inglesas: QS (quantitative easing). Deberíamos atender más a la sabiduría y simpleza de nuestro mayores, tal vez nos ahorraríamos muchos dolores de cabeza.

El peor día del año. La semana empezó con la confirmación de que la estulticia forma parte del menú de la raza humana en una proporción que crece a escalas preocupantes y a velocidad vertiginosa. Una agencia norteamericana tuvo hace años una genial ocurrencia para vender más viajes: diseñó una campaña publicitaria sobre una falsa teoría pseudocientífica, según la cual el tercer lunes de enero era el peor día del año. La agencia advirtió que, debido a la cuesta de enero, descendía el número de clientes. Y qué mejor invento para ganar más dinero que decirle a todo el mundo «tenemos el remedio infalible contra nuestro invento, el Blue Monday (lunes triste): te llevamos de viaje donde te apetezca y serás feliz». Sin embargo, el eco de este reclamo se convirtió en ley para muchos, deseosos de estos mensajes vacuos con los que justificar su propia existencia. Decenas de textos a través de tuiter, facebook, internet y el correo electrónico daban este lunes credibilidad a lo que en el fondo es una memez y confirmaban que la manipulación no es un arte demasiado complejo en los tiempos que corren dado el nivel de los destinatarios al que va dirigida. O, tal vez, demostraban que la gente está deseosa de que le cuenten cuentos para evadirse de la realidad.