Si las arcas públicas están tan mal que la Administración tiene que pasar la gorra a los destinatarios de los servicios públicos, habría que pensar en repercutir también los gastos que genera, por ejemplo, el mantenimiento de las cárceles. La Justicia ha llegado a imponer tasas a los usuarios del aparato judicial, pero sigue funcionando con principios elitistas que chirrían con especial estruendo cuando el beneficiario es un expolítico enriquecido a costa del saqueo de fondos públicos, que además ha evadido el botín y lo ha ocultado en paraísos fiscales. No parece muy equitativo que un recluso pueda salir de la cárcel porque tiene un círculo social capaz de reunir cientos de miles de euros para hacerle el favor (hoy por ti, mañana por mí), mientras que un pobre sin amistades tan rumbosas tenga que seguir recluido. Para estos pájaros debería haber algún copago. Así, los ciudadanos que pagan impuestos no tendrían que costearles la manutención, el gimnasio y la custodia. Si los hospitales tienen tarifas, ¿por qué la cárcel debe ser gratis para todos?