Si Jane Austen visitase Murcia por sorpresa (una sorpresa del copón, no me digáis que no) y nos diese a elegir entre sentido y sensibilidad, los de la capi lo tendríamos claro: lo primero, Jane, lo primero. Lo segundo te lo metes por donde te coja. No creo que durase mucho, la visita. Pobrecica, miss Austen, la verdad.

Y es que esto es el imperio de los sentidos, achas. No uno, sino muchos. Cada uno a su bola, e incluso en franca contradicción. Me explico. El tema de la bicicleta, por ejemplo. Cuesta encontrar a un murciano sin el suficiente sentido común de opinar que nuestra ciudad es un paraíso para las dos ruedas, y que ojalá tuviera carril bici, como en el primer y segundo mundos. Ahora bien, nuestros mandantes tienen otros sentidos diferentes: el arácnido, para pedalear por esa pasarela a cuatro metros de altura que están proyectando como si en el suelo ya no hubiera espacio, o el sexto. El sexto sentido, digo. El de «en ocasiones veo contratas». De eventos fastuosos, por ejemplo. «Murcia Metrópolis Megasostenible Chachiverde Chupibici», se llamaba el de la semana pasada. El carril bici, claro, sigue en fase de ectoplasma.

Luego ya están el sentido del tacto (de los fajos en la pechera, que dan gustico), el de la vida y hasta el del humor. Hablando de este último, ¿os acordáis de esa escena de Amanece que no es poco en que los vecinos se reúnen y le dicen a su corregidor: «¡Alcalde, todos somos contingentes, pero tú eres necesario!»? Pues este jueves han quedado los peperos para un remake en Torreagüera, en apoyo a Cámara. Y es que en Murcia el sentido del humor goza de una excelente salud. Ahora bien, al del ridículo le quedan dos siestas. Mi más sentido pésame, amigos. Y tú sal jopando, Jane, hija, que esto no es Hampshire.