Recuerdo aquel primer curso de árabe, hace ya muchos años, en la Escuela Central de Idiomas, en el que se nos propuso como material didáctico la Crestomatía del árabe literal y elementos de gramática, de Miguel Asín Palacios (1871-1919). Por desgracia no perseveré en el aprendizaje de esa hermosa lengua, que tan profunda huella dejó en nuestro castellano, pero me he acordado de aquel libro al leer el homenaje que rendía recientemente al insigne arabista español el semiólogo y novelista italiano Umberto Eco.

El motivo fue la reedición en Italia de la obra más famosa de Asín Palacios, La escatología musulmana en la Divina Comedia (1919), su discurso de ingreso en la Real Academia Española, en la que hablaba de la influencia en Dante de los escritos del poeta, filósofo y místico sufí Ibn Arabi (Murcia 1165- Damasco 1240).

Asín Palacios fue además traductor del filósofo andalusí Avempac e investigó, entre otras muchas cosas, la influencia de la espiritualidad árabe y persa en algunos de nuestros propios místicos, entre ellos San Juan de la Cruz. En su homenaje al sabio español, un artículo publicado en el semanario italiano L´Espresso, el autor de El nombre de la Rosa recuerda que cuando Asín publicó su libro sobre el pensamiento árabe en La Divina Comedia, estaba próximo a celebrarse el sexto centenario de la muerte del ´más italiano´ de los poetas. Y se miraba al mundo islámico «más bien de arriba abajo en un ambiente de ambiciones coloniales y civilizadoras, lo que hacía impensable», escribe Eco, que ´el genio itálico´ pudiese ser deudor de ´harapientos extracomunitarios´.

A finales de los años ochenta del siglo pasado se celebró en Bolonia una serie de seminarios dedicados a los intérpretes ´delirantes´ de Dante, y con ese motivo se publicó un libro que recogía ensayos de analistas ´paranoicos´ o ´extravagantes´ del ´divino poeta´. Entonces, recuerda Eco, se pensó en incluir entre los excéntricos a Asín Palacios, algo que finalmente no se hizo porque para entonces una serie de estudios habían llegado a la conclusión de que el arabista español tal vez se hubiese excedido algo, pero no podía calificársele de ´delirante´.

Mientras tanto está establecido, según reconoce Umberto Eco, que Dante sufrió la influencia de numerosas fuentes musulmanas y la cuestión no es si las recibió directamente sino como llegaron a él esos textos. Podría empezarse, dice, por las muchas visiones medievales en la que se relataban visitas a los reinos de ultratumba como la Vida de San Macario romano el Viaje de tres santos monjes al paraíso terrestre o la Visión de Tugdalo hasta la Leyenda del Pozo de San Patricio.

Fuentes ciertamente occidentales, pero que Asín Palacios cotejó con tradiciones islámicas, demostrando que también en esos casos, los visionarios occidentales algo habían aprendido de los árabes. Y, agrega Eco, hay que decir que Asín Palacios no conocía, cuando publicó su obra el Libro de la Escala de Mahoma, redescubierto en los años cuarenta del siglo pasado, traducido del árabe al castellano y luego de esta lengua al latín y al francés antiguo. Eco se pregunta si Dante pudo haber conocido esa historia del viaje a la ultratumba del profeta y explica que tal vez hubiese tenido noticia de ella a través de su maestro Brunetto Latini, y señala que la versión latina de ese texto estaba incluida en una Versión toledana, en la que el abad de Cluny Pedro el Venerable había recopilado textos árabes filosóficos y científicos antes del nacimiento de Dante.

Es reconfortante que se reedite la obra de nuestro sabio Asín Palacios en tiempos como éstos en los que, como dice Eco, «perturbados como estamos por las bárbaras locuras de los fundamentalismos islámicos, tendemos a olvidar las relaciones que siempre hubo entre la cultura occidental y la riquísima y avanzada cultura islámica de pasados siglos».