Estas vacaciones de Navidad he tenido la suerte de recibir la visita de dos familias amigas americanas. Como no podía ser de otro modo, para ambas habíamos organizado una serie de excursiones por la Región para que pudieran conocerla lo mejor posible en el menor tiempo. Y así ocurrió. Como cabía de esperar, se quedaron encantados con las temperaturas, el sol perenne y la Historia que emana de los edificios más emblemáticos que conocieron. «Qué suerte tenéis, aquí sí que hay Historia», comentaron en referencia a la juventud de la suya. Disfrutaron con la variada gastronomía y ´alucinaron´ con la vida con la que bullían las calles de todos los lugares visitados y con los

paisajes tan distintos que contemplaron: la huerta, la costa, la montaña... «¿Cómo es posible que haya tanta variedad en tan poco espacio?», se preguntaron. Eso me hizo reflexionar sobre el hecho de que pasamos por la vida subestimando las maravillas que nos rodean y que, para apreciar lo que tenemos, es necesario verlo con ojos extranjeros.