No es una pregunta retórica. Es literal. ¿De qué podemos hablar o escribir y, sobre todo, hacer chistes? Cualquier escritor debe tener hoy, y más en España, donde el nivel de cretinismo intelectual es muy superior al francés „no en vano España estuvo presidida durante ocho años por Zapatero, manifestante ayer contra sus propias alianzas del pasado, hipócrita santurrón siempre„, un repertorio de las palabras que puede y no puede usar, de aquellas a las que hay que ponerles barritas a/o, y de todos esos nuevos términos colectivos que eliminen cualquier uso del género masculino, ese oprobio. Si hoy no usas «la ciudadanía, el alumnado, el funcionariado, el profesorado, los vascos y las vascas», eres un deslenguado reaccionario. Y los deslenguados están destinados al paredón. Mucho más civilizado, en cualquier caso, que el rebanamiento de cuello en directo. La corrección política ha sido el Caballo de Troya que nos ha ido doblegando y habituando a la autocensura. Caído el Muro, la izquierda se echó en sus brazos encantada. La Revolución consistía en sustituir el hermoso sexo por el frígido género, y, de paso, destruir la lengua, el instrumento de la libertad. Y el humor quedó prohibido. Y ayer, asesinado. Un crimen que ´comprenden´ Bildu, Willy Toledo y la extrema izquierda que viene para abrir las puertas. El odio une a los ´ismos´. Luego la derecha se asimiló en todo, no sabemos si porque son más tontos que Abundio, o porque tampoco sintieron nunca un gran fervor por la libertad, ese sentimiento republicano. De la República de verdad, la francesa. Hoy ya no escribimos ni hablamos. Mañana, al levantarnos consultaremos el código de la ropa que podemos ponernos, como pasa ya en Irán, el Irán de Podemos, en el que hay un cuerpo policial específico para la ropa femenina. ¡Ah, las mujeres!, el otro bastión de la libertad. Todo lo que hemos amado, la lengua y las mujeres, guardado bajo el ropón de una túnica carcelaria. Ese es el futuro. Pero que conste que no he usado ningún término que pueda herir la sensibilidad religiosa ni cultural. Como el New York Times, el diario ex-liberal que no ha querido republicar las viñetas para no herir al multiculturalismo, y del que todos los cobardes vamos detrás.