Hay cosas tan evidentes, tan obvias, que parece mentira que no las veamos hasta que alguien las señala. Después, sí, para siempre claras y todos de acuerdo.

Recuerdo, pongo por caso, siendo yo estudiante en el instituto Floridablanca a un profesor de hablar sosegado que aprovechaba las pausas en la explicación para echar una caladita a uno de los varios cigarros que caían a lo largo de la clase. Los que tienen una cierta edad recordarán eso, recordarán cuando el humo parecía no molestar, ni ser perjudicial para la salud, ni nada. Increíble, ¿verdad?

Quiero señalar un par de evidencias de este tipo.

Quienes estén en las cosas de la educación quizá recuerden que a finales del curso pasado la consejería liberó los resultados de las evaluaciones externas realizadas a alumnos de Cuarto de Primaria y Segundo de la ESO. Todos esos datos son públicos. Cualquiera que tenga un ordenador puede consultarlos. Recordarán también que se elaboró una lista con algunos centros de Primaria de algunos municipios.

Hubo entonces un rifirrafe, un cambio de pareceres. Escribí hasta tres artículos en los que expresaba mi disconformidad respecto a algunos aspectos y argumenté por si alguien, en vez de repetir mansamente los tópicos al uso, tenía interés en sopesar pros y contras. No voy a repetirme ahora. No sólo porque sería superfluo, que también, sino porque lo que quiero subrayar, la obviedad que quiero indicar, está en otra parte.

Lo obvio no es lo que hubo. Lo asombroso es precisamente lo que faltaba: ¿por qué nadie pensó que también existía Secundaria? Se hicieron análisis sobre este o aquel centro, sobre la conveniencia o inconveniencia de maquillar los resultados con el Isec. Pero nadie, que yo sepa, señaló que lo lógico era que hacer respecto a Secundaria lo mismo que se había hecho en Primaria: una lista ordenada de los centros.

Y hay quien piensa que no se deberían haber ordenado. No lo discuto, pero las mismas razones que había para hacerlo o no hacerlo con Primaria (y se hizo) las había para hacerlo o no con Secundaria (y no se hizo).

Lo obvio es que la Secundaria es la gran olvidada. Eso al menos es lo que pretende subrayar el Sindicato de Profesores de Enseñanza Secundaria (SPES) al publicar la lista. No les interesa el listado en sí (es más, fuentes fidedignas me han asegurado que dudaron entre publicar el ranking o hacer un Full Monty, pero con los fríos que están llegando, la opción fue unánime). Total que ellos, sin ningún liberado, han podido hacer en sus ratos libres lo que los otros no ha hecho ¿por qué? La respuesta es también obvia: lo que pase en los institutos no está entre sus intereses. No se ocupan de la Secundaria, lo cual no quiere decir que no les regalen algún boli o les hagan ascos a los votos de los profesores de instituto, que hasta ahí podíamos llegar.

Defendí la primera versión de la Lomce: esbozaba una rectificación de los gravísimos errores en que anda la enseñanza desde la Logse. Ha habido tres versiones y cada retoque ha ido a peor y la verdad es que cada vez que la pareja Wert-Gomendio habla, sube el pan. Su última ocurrencia ha sido unánimemente criticada: el decreto de destrucción de las especialidades. No lo he leído, seguramente tendrá razón todo el mundo y bien criticada estará. Aunque, por lo que dicen, se parece mucho a lo que ya pasa en los institutos con las afines. Anda, ¿y las afines, qué? Nueva obviedad.

Que no se haya protestado por las afines y sí por las especialidades se entiende cuando no interesa tanto la Secundaria (se habría peleado el asunto de las afines) cuanto atacar al PP y así nos va, politizando los asuntos de la enseñanza reaccionando más a ciertos enfoques ideológicos que a los problemas de la Secundaria.

Porque a lo mejor es eso: que no había nadie que defendiese a los profesores de instituto hasta ahora. Eso sostiene SPES y afirma que precisamente por coherencia con ese enfoque pedirán la supresión del decreto y, si no se consigue, al menos pelearán para que las afines, las especialidades o como se las quiera llamar, cuenten como dos horas lectivas ya que se fuerza a un especialista a ejercer en un ámbito que no es el suyo, y como no es lo mismo el médico que el enfermero, tampoco lo es el especialista en Inglés que en Lengua€ no digamos ya el filósofo impartiendo docencia de emprendeduría con cascaruja ¡Qué rule!

Es de esperar que estas obviedades (que nadie pestañeó cuando no se elaboró un listado de centros de Secundaria o que las afines deben computar de modo diferente) cuenten con el consenso una vez que el sabio las ha señalado. Pero convendría recordar que ha sido SPES quien lo ha puesto sobre el tapete.

El próximo 4 de diciembre hay elecciones sindicales. Las cosas en los centros de Secundaria pueden seguir como están (¡Virgencita, que me quede como estoy!). Es cuestión de seguir haciendo lo mismo: arreglar las cuestiones en la cantina y la sala de profesores y que, los pocos que votan (sólo cuatro de cada diez en las últimas), voten más o menos lo mismo.

También se puede apostar por la novedad que trae SPES, el único sindicato que se centra en la defensa de los profesores de instituto concebidos como especialistas en sus materias. Y se le ve peleón, porque les va en ello más que al resto. Sus sindicalistas pasarán más tiempo dando clase que en tareas del sindicato, de modo que lo que acuerden negociando en la consejería luego tendrán que soportarlo en el aula. En fin, otro estilo, aires nuevos.

Es probar, lo conocido ya sabemos lo que da de sí.