La muerte de don Javier Azagra Labiano, obispo emérito de la Diócesis de Cartagena, la cual encabezó entre 1978 y 1998, ha supuesto un duro golpe para toda la Región. Era un hombre cercano al pueblo, que cada vez que podía, últimamente en contadas ocasiones debido a sus 91 años, acudía a las concentraciones y manifestaciones que se realizaban contra los recortes, contra el terrorismo o por el soterramiento. Hay una anécdota que recuerdo perfectamente, aunque sucedió hace 26 años, y que creo que define muy bien su forma de ser. Acudió al colegio Maristas de Cartagena para dar una charla en la clase de Religión de don Juan, a la que yo asistía, y antes de empezar, varios chavales jugábamos al fútbol con una pequeña pelota de papel de aluminio. Don Javier entraba en ese momento y, pese a la bronca que nos echó el profesor, lejos de sobresaltarse se puso a jugar con nosotros. Al principio no sabíamos que era el obispo, pero sí que era alguien importante que nos salvó de un buen castigo.