El agradecido demuestra que su corazón tiene buena memoria

Andan innovadores laboratorios y talleres de tecnología de última generación, adscritos a departamentos de investigación militar en muchos casos (qué raro, ¿no?) y dotados con más fondos que el armario de algunos famosillos, cociendo lo que vendrá a ser, dicen ufanos, el hombre del futuro: seres medio biónicos, medio digitales, conectados entre sí a través de una brain-net telepática, que manejarán la materia a su antojo con el mero pensamiento, que habrán reducido la tarea de aprender simplemente a guardar un archivo cuántico en su cocorota, que pondrán a avatares suyos a realizar penosas tareas mientras ellos gastan su tiempo virtualmente infinito (ya seremos eternos, claro) en perderse en alguna igualmente virtual realidad mucho más divertida que la vieja realidad (así lo vende ya Michio Kaku en El futuro de nuestra mente). Pero eso será el futuro porque en el prosaico mundo actual, sigue haciendo falta gente que cultive la memoria.

El defenestramiento del papel de la memoria en la educación quizá sea el tópico más progre a la par que el más falso y dañino. SPES-Murcia, el flamante sindicato de profesores de Secundaria, haría un servicio enorme a la enseñanza recordando la importancia de la memoria a quienes legislan sobre educación. El sentido común con que se ha presentado SPES chocará también en este punto frente a las ideologías educativas, pedagógicas y consignas partidistas que asolan la enseñanza.

No se me ocurre mejor método para defender lo obvio que recordar obviedades.

«¿Para qué quieren los alumnos cultivar su memoria, si ya tienen Google?», pregunta el progre puesto en modas pedagógicas. Y uno, desde la obviedad, pregunta, ¿qué van a encontrar en internet estos des-memoriados ´esgraciaícos´ si no saben qué buscar? ¿Cómo va un médico a hacer un buen diagnóstico sin tener presente en su memoria los conocimientos necesarios? ¿Cómo va a seguir un protocolo de seguridad un enfermero, si no se lo sabe? ¿Cómo podríamos jugar, no digo ya al ajedrez, sino al parchís o al mus? ¿Cómo podríamos desarrollar nuestros talentos musicales? ¿De qué forma un albañil va a replantear una escalera o atenderá a los mil detalles que exige la construcción de una casa? Obviedades así, hasta la extenuación. Sin olvidar que hoy, más que nunca, hay información abrumadora a nuestro alcance hasta sobre el más insignificante asunto y que, si alguien quiere desarrollar su actividad profesional en este mundo de lobuna competencia, tiene que estar updated. Y, en fin, por señalar una última obviedad. ¿No es la memoria la base del pensamiento? ¿En qué se va a pensar sin memoria? ¿Y no es la memoria, también, la base de nuestra misma identidad?

No parece sensato pretender preparar a nuestros alumnos haciéndoles creer que la memoria y la memorización tienen una importancia menor. Cuestión distinta es hacer de la memoria lo único importante en educación, cosa que aquí no se defiende en ningún momento.

No menos crucial es saber qué ha de memorizarse y para qué. Tampoco es admisible olvidar el cómo y el cuánto memorizar y, por encima de todo, está el ´quién´, el alumno. No es nada fácil atender a todo esto, pero lo que no se puede defender de ninguna manera es que la memoria no tiene importancia en la educación. La memoria exige una gran cantidad de esfuerzo y tiempo.

El papel de la enseñanza secundaria es crucial. Los profesores de Secundaria constatamos curso a curso cómo los alumnos presentan cada vez más lagunas inmensas, océanos, de conocimientos básicos. Lo peor, sin embargo, es la dificultad creciente que los mismos alumnos manifiestan ante el estudio. Si en la etapa de formación de nuestros jóvenes de entre 12 y 16 o 18 años los profesores no cultivan o ayudan a cultivar la memoria tratando de asegurarse de que los chicos hayan aprendido una serie de conocimientos básicos, ¿quién lo va a hacer? ¿padres heroicos? ¿el guasap? ¿PiewDiePie?

En el mundo moderno cada vez hay más actividades y procesos algoritmizables y automatizables que no será preciso conocer y memorizar más que acaso de forma superficial. Y, en el futuro, por lo que se ve, aún más. Esta digitalización y automatización de procesos podría llegar a lugares insospechados. ¿Nos aprenderemos un diccionario de una tacada? ¿Seremos políglotas desde la cuna? ¿Conoceremos al dedillo la geografía física del Mar Menor en un instante? ¿Tendremos una entrada microUSB detrás de la oreja, practicable a través de la dilatación del lóbulo, acaso? Sin embargo, mientras los mejores cerebros científicos usan su, a buen seguro, buena memoria en el I+D+i de la tecnología del implante de recuerdos, a nosotros nos viene la LOMCE (y lo que te rondaré, morena), y nos toca organizar las enseñanzas. ¿Qué papel queremos los profesores que tenga la memoria en la enseñanza secundaria?

También es una obviedad (discúlpenme) decir que la buena educación no se ha olvidado de la memoria. Pero esa buena educación parece que está cada vez más sólo al alcance de los que se la pueden pagar. ¿Qué vamos a hacer los profesores de enseñanza secundaria contra este Alzheimer educativo precoz al que se quiere someter a nuestros alumnos de la enseñanza pública desde la temprana infancia y que no puede traer sino funestas consecuencias? Seamos ´agradecidos´. No perdamos la memoria. Es hora de que los profesores de enseñanza secundaria, alto y claro, hagan oír su voz.