Mientras usted desayuna, Artur Mas se dispone a firmar el decreto para convocar el referéndum sobre la independencia después de merendarnos unas explicaciones, las de Pujol, que no evitarán que en adelante nos pongamos hasta ahí mismo de crema catalana. Para completar el pastel, Soraya advirtió que «en cuanto se firme el decreto, la maquinaria del Estado se pone en marcha en defensa de la democracia, de los españoles y de las reglas del juego». Mientras tanto, y para seguir dejando bien claro que toda esta diatriba entre la tostada y el pan tumaca le suena a chino, Rajoy se ha pegado una travesía por el río Huangpu antes de ir a ver a Li Kequiang y a Xi Jinping. No sé en Pekín; desde luego, aquí, me da que no va a haber acuerdo.

Dentro de las reglas del juego entonadas por el contrario, hay que reconocer que el nacionalismo cuatribarrado está que se sale aunque no se sepa bien hacia dónde. Bueno, hacia Andorra por supuesto. Tanto que no es descartable que la morterada allí present fuera un paso para anexionarse el Principado. En su concienzuda preparación por independizarse no le han hecho ascos ni al siempre denostado Españyol y, para cualquier asunto relacionado con la hierba, Daniel Sánchez Llibre indicaba el camino hacia Ferrusola. Aunque todos se han puesto las pilas. El ínclito Laporta está en el banquillo por supuesto maquillaje en las cuentas y Josep Lluís Núñez ha visto cómo el fiscal pide que ingrese en prisión al estar condenado por sobornar a inspectores de Hacienda. Con este ambientazo y la pugna consabida, es lógico que el técnico del Girona advierta que le da risa cuando, siendo de Soria, le llaman independentista y que hayan sacado que Luis Enrique financió a los ultrasur.

En fin, ya saben lo que dijo el clásico: «Fútbol es fútbol». La duda es si el mister en cuestión fue Boskov o Artur.