l padrino es una condición de la familiaridad elegida y voluntaria; se ejerce con generosidad y deseo de protección hacia el ahijado. Se enredan sentimientos fraternales con los parentescos colaterales donde brilla la figura del compadre. En Andalucía esto es más que una ley; los del sureste somos más fríos de alma. Ser padrino es una condición de la buena voluntad y celo de amor y sentimiento cercano. Yo recuerdo a mis padrinos y reconozco mi afecto por un par de ahijados de primera clase. Se puede ser padrino por lo civil sin intervención eclesiástica, lo que abunda en su pureza.

Los alumnos de la Escuela de Arquitectura de la Politécnica de Cartagena, de las primeras promociones de arquitectos de aquélla, han elegido como padrino a uno de sus profesores, a Juan Pedro Sanz Alarcón, también arquitecto, en una experiencia nueva para este profesional que se echa a sus espaldas más de medio centenar de ahijados unidos por el afán de disfrutar del arte de la arquitectura practicándola en la medida que sea posible, dados los malos tiempos que vivimos. Hubo acto, palabras y convite final en la noche del Paraninfo cartagenero, acercamiento y convivencia. Apadrinar no deja de ser importante para padrino y ahijado, en este caso un colectivo destinado a ser profesionales de una sociedad cada vez más competitiva. Un reparto de responsabilidades dentro de un catálogo repleto de buenas voluntades y afectos.

Empiezan ahora las historias humanas, los laberintos del azar y de una profesión de alta cualificación, preciosa porque tiene influencia directa en el vivir de las gentes. Del acomodo del bienestar de la sociedad en sus hogares; en los diseños de sus ciudades, en los patios habitados y los jardines con voces de niños alegres. La arquitectura es eso, el espacio para habitarlo y vivirlo, para hacerlo propio y nuevo, singular dentro de todas las posibilidades de su diseño y reparto. Pero además tiene un componente de belleza; imbricados con el arte que supone ejercer el reto de la buena arquitectura.

Los nuevos arquitectos de Cartagena han puesto un primer pie fuera de las aulas eligiendo un padrino de casi su misma edad; el padrino salió titulado por la puerta de la Escuela de Arquitectura de Madrid y entró, casi al tiempo, a dar su primera clase en la de Cartagena. Son todos, uno, gente joven, brillante, futuro. Solo falta pedir que el resto, los demás, estemos en el nivel que ellos necesitan. Y ahí tienen la palabra los poderes públicos y la sociedad en general.