A veces, el lector tiene la sensación de que los que estamos en esto de reflejar lo que ocurre a nuestro alrededor nos preocupamos más de lo negativo que de lo positivo. Y es que lo que nos rodea nos obliga a que nuestro sentido critico se agudice porque yo sí creo en eso que escribió Orwell: «Periodismo es publicar lo que alguien no quiere que publiques, todo lo demás es relaciones públicas», porque ciertamente es así. Los medios de comunicación, no importa cuales, saben mucho de presiones para que ciertas cosas no vean la luz de la información. Quizás por esto cuando descubrimos algo que nos impulsa a escribir en positivo sentimos una satisfacción especial, entramos en esa expresión acuñada por Horacio, carpe diem, tan necesario en muchos momentos.

La semana pasada disfruté de la visita de una antigua amiga que en su viaje de Cataluña a Andalucia hizo una parada en esta tierra, que confesó no conocer. Cuando esto ocurre, es mi caso, le doy vueltas a la cabeza para pergeñar un recorrido por la ciudad que descubra a esos amigos que me visitan las razones por las que elegí vivir aquí. Y tras escapadas a Cartagena y Puerto de Mazarrón, el obligado paseo por Alfonso X, Plaza de Santo Domingo, Platería y Trapería, visita al Casino y la plaza de Belluga con la contemplación de la Catedral, para continuar por la Plaza de las Flores y todas las callejuelas que prestan a Murcia un sabor especial. Planifiqué un recorrido por el Museo Gaya „es gran admiradora del pintor murciano„, por el Museo de la Ciudad y el dedicado a Salzillo.

Y si en muchas ocasiones nos vemos obligados a comentar cosas de nuestro Ayuntamiento en sentido negativo „algo que invariablemente molesta„ hoy hemos de destacar, es de justicia hacerlo, el buen funcionamiento de los museos que dependen del mismo. Museos que se ofrecen gratis al visitante, algo que no ocurre en otros casos.

El Museo de la Ciudad, situado en la plaza Agustinas y ocupando un noble edificio del siglo XIX, brinda al visitante no sólo una muy agradable acogida con recepcionistas educados y formados, también sorprende con un sentido expositivo sencillo, directo, absolutamente didáctico, que posibilita que la visita no tenga que hacer grandes esfuerzos para comprender y conocer los avatares de esta tierra impregnada de historia. Y como quiera que somos el resultado de la suma de todos los momentos de nuestra vida, Murcia también es el resultado de ese camino de la civilización recorrido desde sus inicios. Y ese recorrido es fácil hacerlo en este museo.

Sí, los museos han conseguido convertirse en centros dinamizadores de la cultura de los lugares en los que se ubican, como ha logrado el Museo Gaya que, junto a la importante muestra que nos ofrece del gran pintor, cuando comienza la temporada en que las actividades de distinto signo se suceden ha conseguido situarse en el lugar preciso para formar parte de la agenda cultural del día. No es sólo el mejor escenario para conocer la obra del gran maestro murciano, es también un foro de conocimiento: presentaciones de libros, recitales de poesía, mesas redondas, siempre alrededor de la cultura, respondiendo en gran manera al papel que los museos han de jugar en la sociedad, el de dinamizadores culturales.

Lamentamos que un museo, no municipal, el Salzillo, se haya quedado tan obsoleto. Necesita una puesta al día en su concepto museístico. Suponer que todos los visitantes del museo son expertos en la obra de Salzillo es mucho suponer. Falta una adecuada cartelería como soporte técnico para el desarrollo de un apropiado guión, que ahora echamos en falta.

Dicen que la felicidad es cuestión de actitud, también podemos encontrarla en el disfrute de las pequeñas cosas, como visitar museos.