Llega un buen día en el que tu compañía telefónica decide acosarte a llamadas. La primera llamada contestas y le dices a la simpática Yurena que no estás interesada, por ahora, en la nueva promoción. Ella, con su simpatía, insiste, y tú, con tu buena educación, declinas la invitación a la mejor de las mejores promociones. Crees que todo ha acabado, pero llega ´el día´. 9.00 horas: «Hola, llamamos de Movistar, le interesaría€». «No, no estoy interesada, ya se lo dije a una compañera suya». «Ya, pero es que€». Mis nervios empiezan a hacerse con mi cuerpo y recurro a las mentiras para poder colgar: «Mire, estoy de vacaciones y, aunque quisiera instalarlo, hasta el 5 de septiembre no llego a casa». «¡Da igual!, si decide instalarlo el técnico tarda unos 15 días en ir a su domicilio, así que perfecto». Pienso: «¡Mierda! (con perdón)» y sigo con las mentiras. «Vale, pero tengo que consultarlo con mi marido y ahora no está». La simpática señorita no se cansa: «No se preocupe, deme su número y yo lo llamo». Mi cara ya empieza a tener color y no el del bronceado del verano: «¡No! Ya se lo comento yo, que para eso es mi marido». Cuelgo. Al día siguiente, cada una de las 20, sí, 20 llamadas en las que en la pantalla salía ´Atención al cliente´ no sabía si llorar o reír.